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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 42: Cada cual con su retrato. (25/04/2020).

 

Escribir un diario en confinamiento tiene el peligro de que puede acabar convirtiéndose en El Día de la Marmota, porque, hasta que la situación no vaya evolucionando y existan nuevos elementos, un día acaba siendo muy parecido al anterior. Se puede hablar, como hago yo, de una aventura culinaria o de otras actividades que, también,  acaban siendo repeticiones. Y ese es el problema del diario y del propio confinamiento. Otra cosa es que lo que se cuenta se centre en el día pero vaya por otros caminos, para lo cual es necesario ponerse el mono de trabajo de la literatura, que, como han dicho los clásicos, es un río de trabajo y unas gotitas de inspiración, pues ya también se ha repetido que, cuando lleguen las musas, es mejor que te pillen escribiendo.

Si de algo está sirviendo este episodio tan desventurado es para que se dibujen los retratos de la gente. Hay quien es alarmista y siempre está enviando mensajes o comentando cosas negativas, otras personas se interesan por cómo están los otros y las que más me gustan son aquellas que siempre comparecen con un empujón afectuoso o unas risas propias o buscadas en un chiste, aunque este sea malo. Estas últimas son las que más ayudan. En cuanto a quienes tienen alguna presencia pública o responsabilidad colectiva, prefiero a los que dan sin pedir. Por suerte, hay muchas personas así, y estoy convencido de que también serán las que arrimarán el hombro para salir adelante en el futuro inmediato. Ese juego de relaciones de poder sin sentido, que resulta incomprensible en estas circunstancias, son la inutilidad misma. Porque en situaciones como esta lo fundamental es pensar en los otros.

Ayer, mi compañera habló por el patio con el padre de Olivia y Lucía, las dos gemelas del piso que linda con el nuestro. Y, por supuesto, vimos a Sofía, una niña como las demás pero que es para nosotros el símbolo inocente de una época difícil de comprender hasta para las personas adultas. A las siete estuvo en su puesto, esta vez en brazos de su madre y con sus maracas rojas, que se han convertido en sus preferidas. Diego hoy salió muy despierto con su madre, con ojos ávidos de información, que dentro de muchas décadas seguirá en algún rincón de su cerebro y sus padres aliviados porque mañana podrán sacarlos un ratito a la calle. Seguimos adelante. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 41: Lluvia y esperanza. (24/04/2020).

 

Como hoy es el día 41, enfilamos una etapa que no sabemos cuánto durará y cómo va a ir evolucionado. Ya se habla más de confinamiento que de cuarentena, seguramente porque al final el significado se impone a las propias palabras. Hemos pasado de los mensajes en los que se predicaba taxativamente que había que quedarse en casa por encima de cualquier otra consideración a escuchar cómo se habla de reapertura de hoteles o incluso de la posible celebración de actividades deportivas. Seguramente habrá que tratar de recuperar la vida de siempre, pero choca ese cambio de discurso, aunque seguramente tengan razón.

Ya los niños pueden salir y desde luego los adultos que los acompañen van a tener que ir con cuatro ojos, porque, si bien los más pequeños suelen ser disciplinados cuando asumen un compromiso, la vitalidad propia de su edad puede empujarlos a ser lo que son, niños que quieren vivirlo todo, tocarlo todo. Estoy convencido de que esta nueva etapa nos dará algunas claves para ver cómo podremos seguir avanzando. Luego están los pequeños comercios, que será toda una lección de civismo e imaginación. Pero mi pregunta sigue siendo la misma: ¿cuándo se va a normalizar la venta de mascarillas con garantías?

Ayer la tarde se puso gris, lluviosa en algunos momentos, y cuando salimos a la ventana el ambiente estaba desapacible. Dicen que donde hay lluvia hay esperanza. La calle estaba mojada y algunas ventanas no se abrieron, seguramente para resguardarse, porque ahora tenemos precaución para no resfriarnos, aunque nada tenga que ver con la pandemia, pero mejor si no añadimos otros elementos de preocupación. Sofía sí que volvió a salir en brazos de su padre, esta vez con la pandereta de los primeros días. Y ha cogido confianza y saluda sonriente desde que nos ve. Pronto se ha acostumbrado a la nueva ventana. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 40: Día del Libro. (23/04/2020).

 

Hoy se cumplen exactamente cuarenta días de esto que impropiamente llaman cuarentena. Y es Día del Libro, aunque Joan Margarit no recibirá el máximo galardón de nuestras letras en solemne ceremonia, como es tradición cada 23 de abril, pero ya este poeta en dos lenguas está merecidamente en el palmarés del Cervantes. Como escritor, todos los años tengo algunas actividades alrededor de esta fecha. Este año también, pero han de ser de manera virtual, y el día de hoy pasaré mucho tiempo colgado a las nuevas tecnologías, participando y siguiendo los eventos que han sido programados. La literatura no debe detenerse porque es la memoria de las sociedades, un instrumento y a veces un bálsamo; siempre nos hace más humanos. Por ello, deseo estar hoy con los escritores y escritoras, por supuesto, pero sobre todo con quienes aman la lectura, porque un libro no se completa hasta que no es leído.

Mi compañera hizo un nuevo collage con unos niños jugando, que hemos pegado en la ventana y que publicaré cuando los menores comiencen a salir a la calle con una persona adulta. Iba a poner hoy algo relativo a los libros, pero como ayer fue Día de la Tierra, Ana, una vecina y amiga del otro lado de la calle, dibujó unos árboles que colocó en su ventana. Da tanto color a ese trozo de edificio que se ve desde mi casa que hoy he querido que sean los árboles de Ana los que ilustren este comentario. Otros vecinos también han pegado dibujos, y así la calle se alegra un poco. Cuando el reloj se acerca a las siete, nos vamos asomando, y la timidez del principio se ha roto; ya cambiamos impresiones de ventana a ventana, como en la viejas corralas de zarzuela.

Hoy volvió a salir Sofía, vestida con un pijama claro y sus maracas rojas. Estaba juguetona con su padre, aunque no por ello dejó de saludarnos y alumbrarnos con su sonrisa. Diego salió en brazos de su madre, guapísimo, digno hermano de Sofía, pero todavía apagado porque debía estar saliendo de una larga siesta. Cuando acabaron los aplausos, seguimos charlando un poco de acera a acera y creo que ese ratito que compartimos nos alienta a todos. Buen Día del Libro.