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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 47: Hitchcock profético. (30/04/2020).

Como en estos días se cumplieron 40 años de la muerte de Hitchcock, se habló mucho del gran maestro del suspense. La foto que más aparecía en las redes es una en la que está rodeado de varios pájaros, en referencia a la enigmática película del mismo título, que protagonizaron Tippi Hedren, Rod Taylor y Jessica Tandy. Los pájaros se vuelven locos y nunca llegamos a saber por qué se reúnen en grandes bandadas y atacan a la gente. Este tiempo es tan misterioso como el momento que narra la película, aunque  de este director, aparte de La ventana indiscreta a la que ya hemos aludido en otro diario, podríamos aplicar varios títulos a estos días: Con la muerte en los talones, Vértigo, Psicosis…

El tema más candente sigue siendo las fases de la desescalada. Ya sabemos que, se haga como se haga, siempre habrá quien dirá que tiene que ser de otra manera, por lo que las opiniones, los augurios apocalípticos y la utilización política del asunto están resultando casinos, y en algunos casos incomprensibles. Debe ser que tengo un excesivo amor a la vida, porque no me entra en la cabeza que, en una situación tan dura, para mucha gente la carreta siga estando delante de los bueyes. Y claro que tengo objeciones, sobre todo por la falta de claridad y los discursos entrecruzados de los distintos niveles de las administraciones. Y hay otros debates que tienen que ver con el futuro a medio y largo plazo, pero este no es el lugar ni poseo más datos que cualquier ciudadano para poder entrar.

Quienes están convirtiéndose en mis nuevos héroes personales del atardecer son los padres de Sofía y Diego. Ayer venían del paseo y la niña estaba de mal humor porque quería seguir en la calle. Pero al final salieron, y como no había manera de verlos ni de que nos vieran, los padres buscaron otra ventana de su piso y por allí quedó un hueco visual para poder saludarlos como cada tarde. Y eso le agradecemos, como le agradezco a mi vecina Ana que tuviera el detalle de hacer una foto a la fachada de mi piso para dejar constancia de algunos de los collages que ha hecho mi compañera. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 46: El aliento de Sofía . (29/04/2020).

 

Con la estancia permanente en nuestras casas, hacemos uso de los utensilios de una manera más continuada. Pero a veces las máquinas se estropean, se desconfiguran y, en definitiva, dejan de funcionar, lo cual en estas circunstancias nos aumenta la sensación de impotencia y aislamiento. Eso me sucedió el domingo, cuando el router que distribuye las señales en mi casa se quedó sin wi-fi. Todo lo demás seguía funcionando, pero al llamar a la empresa a la que estoy abonado me dijeron que era el anuncio de que lo demás dejaría de funcionar en breve porque era un modelo que ya estaba dando problemas.

Me dijeron que al día siguiente me traerían un router nuevo y actualizado y que solo tendría que desenchufar el viejo y poner el nuevo. Confié en sus palabras, y curiosamente el lunes a primera hora llamaron al portero automático, bajé con las precauciones de rigor y un mensajero me entregó el artilugio. Para no cansarles, conseguí que todo funcionase, no sin la ayuda telefónica de la compañía, tras una razonable espera. En una hora estaba todo resuelto y me liberé de una tensión añadida, que en mi caso es habitual, porque lidiar con las nuevas tecnologías me pone muy nervioso. Y eso es desde siempre; nadie es perfecto.

Ayer por la tarde, Sofía (más bien el padre) se las ingenió para que, aunque fuese solo unos segundos, asomara media cara por un resquicio y nos enviara su sonrisa. Es  muy de agradecer la sensibilidad del padre para inventarse la manera de que pudiéramos verla. Fue solo un instante, pero vale un Potosí, aunque la niña volvió a saludarnos con su vocecita ya reconocible. Acababa de hablar Pedro Sánchez sobre las fases de desescalada y que hay que ir asumiendo eso que llaman nueva normalidad. Ver a Sofía nos dio aliento. Buen miércoles.

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El espejo de Portugal

 

En aras de la información y la libertad de expresión, es innegable que hay que hablar mucho de los distintos aspectos que inciden en la situación en la que se encuentra nuestra sociedad y el planeta entero. Quien tenga algo importante que decir, que no calle, por favor,  pero creo que estamos tan saturados de escuchar y leer cosas sobre detalles de los que solo tenemos informaciones confusas (cuando no interesadas), que en esto momentos creo que voy a intentar ponerme en el imaginado escenario de que la vida continúa como hace unos meses y trato de pensar sobre lo que escribiría un día como hoy.

Como es el artículo siguiente al 23 de abril, al ser persona que se mueve en el mundo literario, podría hablar del Día del Libro, pero se supone que ya eso lo habría hecho la semana anterior o en un trabajo en el suplemento Pleamar. Entonces queda claro que debo hablar de Portugal, ese país atrapado entre España y el Atlántico, que cada día nos está dando lecciones de grandeza política y ética, y porque está muy cerca el 25 de abril, fecha en la que se conmemora la llamada Revolución de los Claveles de 1974, un episodio si no insólito sí muy raro en la historia de los grandes cambios en la naciones. Y esa admiración que ahora expreso hacia Portugal no es una novedad, siempre ha estado presente en mi manera de pensar, y no es precisamente por la posible sangre portuguesa que, como mucha gente en Canarias, debe correr por mis venas, hasta el punto de que una de mis novela, El rey perdido, es un homenaje no declarado a ese país, porque se convirtió en eso sin que yo me lo propusiera al escribirla.

España lleva siglos ignorando a Portugal, lo mismo que algunas otras naciones europeas hacen con España. Es verdad que hubo una gran rivalidad entre los dos grandes estados de La Península Ibérica en la época de los descubrimientos que los hicieron muy poderosos. Pero la historia gotea día a día, y no hay motivos para sentirse superior a Portugal, un país con una sensibilidad tan especial que lo sitúan como una de las fuentes importantes (hay otras) de la idea de Europa, desde  la creación de la Universidad de Coimbra, una de las más añejas del continente, que es también sede de una de sus bibliotecas más importantes y peculiares, nacida casi al mismo tiempo que la universidad. Cuando Lisboa vio cerrada una de sus salidas naturales que es España, acabó mirando a Inglaterra, y eso puso aún más barreras entre las dos naciones ibéricas.

Hoy, Portugal es el resultado de un período que ya abarca medio siglo, en el que los portugueses dejaron atrás esa presunción de superioridad paralela a la española. Desde el sentimiento de lo que son, han ido consolidando un estado serio, coherente y que, sin pretenderlo, está dando lecciones de democracia y sentido común a toda esa Europa que siempre ha mirado a Portugal por encima del hombro. Lo hemos visto en los últimos años, cómo ha sido capaz de lidiar una crisis que se ha transformado en recuperación.

Ahora, en la hecatombe general que conmueve al mundo, ha vuelto a exhibir sentido común, virtud que parece que escasea en todo el Sistema Solar en los tiempos que corren. De hecho, es esa escasez combinada con la abundancia de egos aderezados de avaricia lo que nos ha conducido al agujero en el que estamos y del que no tengo ni idea de cómo vamos a salir; aunque el problema no es que yo no lo sepa, sino que ignoro si lo saben quienes tienen hoy capacidad para buscar soluciones. Por el momento, siguen los egos y la avaricia imponiéndose sobre ese sentido común que si ahora mismo tiene una nacionalidad es la portuguesa. Creo que son solo algunas de las muchas razones por las que Portugal es un espejo en el que el mundo debería mirarse.