Publicado el

DIARIO DE CUARENTENA. Día 3, los irritantes profetas. (16/03/2020)

 

Para no saturar las líneas telefónicas, ahora más necesarias por el teletrabajo, solo he hablado hoy con los familiares cercanos que están en otro domicilio y he dado un paseo por las redes sociales para saber de los amigos y amigas, y veo que siguen activos y no dan malas noticias. Este lunes es probablemente el más expectante de cuantos hemos vivido, porque espero que los próximos den indicios de que estamos en el buen camino.

Salí a comprar el pan y de paso bajé la basura. Da pereza salir porque no se puede cometer ningún error, pero hay que ser estrictos. En los dos establecimientos en los que entré se cumplían los protocolos, porque de nada vale que uno sea severo tanto a la ida como la vuelta si los demás se relajan. Me sorprendió negativamente que unos operarios que estaban trabajando como si no pasara nada. Por lo visto la construcción sigue funcionando.

Lo que sí es seguro es que en tiempos de confusión, tratan de medrar los timadores, los mentirosos y los falsos profetas. Hay que cuidarse de ellos, que se ensañan con la debilidad como los buitres.  Conviene recurrir siempre a la literatura, hoy a un fragmento de un poema del libro Westhaven Bay & La Montaña Amarilla, del poeta tinerfeño Iván Cabrera Cartaya:

Te confieso que ahora justamente

no quisiera quedarme solo.

Solo y lleno de pánico

en este templo donde vuelven

a entrar, tímidos e incansables,

los irritantes profetas.

Publicado el

DIARIO DE CUARENTENA. Día 2, un día más. (15/03/2020)

 

Mientras espero la rueda de prensa del Presidente del Gobierno de Canarias, con la concreción autonómica del Estado de Alarma decretado por el Consejo de  Ministros, tomo este poema, publicado ayer en las redes sociales por la escritora María Jesús Alvarado, en el que nos invita a vivir el momento (carpe diem):

 Lo que tenemos
-tanto-
podrá inundar de luz el mañana.

Brindemos por un día más,
que algo ha de quedar siempre
para los sueños
y la poesía.

La misma poeta nos llevó de la mano en 2018 a mirar a la muerte, que había anunciado su llegada a un lejano hospital americano, para cerrar su círculo alrededor de una persona por ella muy querida. Habitación 241 es una mirada poética y dolorida cara a cara a la muerte, pues MJA se personó en dicha estancia para ser testigo y apoyo en un trance tan duro. La muerte siempre está ahí, pero no la tenemos en cuenta la mayor parte del tiempo. Lo que ocurre ahora es que se mueve sigilosa y no sabemos sobre quiénes cerrará su terrible voracidad. Tenemos la sensación de que hay un sorteo macabro, pero eso no es nuevo, lo hay cada día, cada segundo, pero no lo percibimos así. Esa realidad es la que ahora nos ronda y nos agobia. Habitación 241 puede abrirnos los ojos sobre lo que realmente somos. Esa es una de las funciones de la poesía.

Este segundo día de cuarentena es otro más, como todos los que hemos vivido. Si lo pensamos bien, no han cambiado las reglas del juego de la vida, pero nos angustia ser conscientes de ello. Pensemos que tenemos la certeza de que la vida es esa circunferencia que puede cerrarse en cualquier momento. No es distinto de hace una semana, tres meses, siempre. Solo que ahora ha salido de ese segundo plano y nos la han puesto delante. Como dice María Jesús Alvarado, brindemos por un día más; con o sin virus, lo único seguro es que en este momento estamos vivos.

Sigamos las indicaciones que nos llegan de las autoridades, porque la voz popular dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Pongamos de nuestra parte, por ti, por mí, por todos, como cantó Víctor Jara.

Publicado el

DIARIO DE CUARENTENA. Día 1 (14/03/2020)

 

Hoy es un sábado grisáceo. Hay en el aire una especie de bruma transparente, que no sabemos si es humedad, restos de calima o simplemente está en nuestra manera de mirar. Me he levantado temprano para hacer algunas compras pendientes en el supermercado y en la farmacia. Me puse una mascarilla para ceñirme a las normas. No todo ha sido intendencia, eché una lotería primitiva. En el estanco solo estaba el estanquero y nadie en el trayecto desde mi casa. Pensé que haría algún comentario referido a mi mascarilla, pero vi que lo tomaba con naturalidad, aunque él no llevaba.

dav

Luego fui al supermercado, tocaba comprar algo de verdura para hoy, y había cola en el mostrador del peso de los vegetales. Mantuve la distancia con la persona que iba delante, pero no pude controlar a la que tenía detrás. No compré carne porque tendría que esperar mucho tiempo y había muchas personas agrupadas. Mientras la gente esperaba en las distintas colas interiores, aproveché para pasar por una caja en la que, milagrosamente, solo estaba yo. El personal del súper tampoco llevaba mascarilla pero sí guantes. Salí a la calle casi desierta, y pasé junto a una terraza en la que había dos clientes, muy alejados entre sí. En la farmacia tampoco tenían medidas de protección ni línea de espera para separar clientes. Menos mal que también esta vez solo yo era el cliente.

Regresé a casa y me dirigí al baño. Me lavé las manos a conciencia y me puse desinfectante de alcohol con glicerina. Después todo normalidad en casa. El país está a la espera de que el Consejo de Ministros decrete el Estado de Alarma. Trato de no angustiarme, por eso no pongo la radio ni la televisión, pero no puedo evitar que entren por el móvil algunos WhatsApps que borro directamente sin leer porque iban todos de lo mismo, y ya no sabes qué es verdad y que no. Y he decidido empezar este diario, que no sé si continuaré, porque puede acabar siendo una especie de Día de la Marmota, siempre lo mismo. O tal vez no, y escriba sobre asuntos distintos, porque la actualidad es muy obsesiva. Seguramente daré cuenta de mis lecturas, que en los últimos meses tengo abandonada esa vertiente de mis escritos.

Hoy es un día como de corcho. Salud.