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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 13: La ventana indiscreta (27/03/2020).

Antes que nada,

¡Feliz día mundial del teatro!

Ayer fui a reponer la despensa; eso sí, debidamente protegido. Tengo que decir que en el supermercado al que suelo ir se cumplen rigurosamente las normas, y encuentro alimentos bajos en sal, sin gluten y sin lactosa. Me pregunto si eso lo tienen en cuenta todos los comerciantes de la alimentación, porque hay personas que son celíacas, diabéticas o que tienen alergias o intolerancias a determinados alimentos y es necesario que puedan acceder a ellos. De paso, debe servir para que las autoridades recuerden que estas personas puedan alimentarse debidamente sin correr ningún riesgo sobre sus padecimientos crónicos y den instrucciones al respecto, si es que ya no las han dado. Es ocasión para agradecer a las personas que trabajan es esos establecimientos la labor que están haciendo, que en estos momentos exige un gran esfuerzo físico y mental. También merecen un gran aplauso.

Por otra parte, cuando miro de noche hacia la calle, veo el edificio de enfrente, con las ventanas iluminadas. En algunas hay movimiento de personas que pasan hacia otro lugar de la casa, en otras solo luz. Y me viene la imagen de La ventana indiscreta, la película de Hitchcock basada en la novela de Cornell Woolrich. Un edificio que siempre ha estado ahí y por el que nunca he sentido la más mínima curiosidad es ahora motivo de mi atención, algo nuevo, imaginar las vidas de quienes pasan unos segundos por una ventana iluminada, y reincido en la idea de que vivimos encerrados en nuestras vida y sabemos muy poco de quienes forman parte de nuestro barrio, de nuestra calle, incluso del edificio en el que vivimos e ignoramos casi todo de la mayoría de nuestros vecinos. Paradójicamente, ahora que estamos encerrados, caemos en la cuenta de esa gente que hace su vida a escasos metros de  nosotros.

De todas formas, ese edificio, hoy hitchconiano, no me ha dado, de momento, motivos para armar una historia; si acaso para imaginar las vidas de algunas de las personas que ahí habitan, y desde luego, la realidad de la sonrisa de la niña que cada tarde aplaude desde una de sus ventana. Por imaginar que no quede, porque lo verdaderamente interesante de La ventana indiscreta era la historia de Grace Kelly y James Stewart, y esa historia, afortunadamente, no está en el edificio de enfrente. Mientras echamos de menos aquello que nos parecía aburrido, sigamos imaginando hasta que alcancemos la realidad viva que esperamos.

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