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Juancho mirando hacia atrás sin ira

Hay memorias que cuentan las vivencias personales e incluso íntimas y otras en las que el autor funciona como testigo de hechos de interés para el lector, sobre todo si quien las escribe es un personaje con mucha presencia social o histórica; un ejemplo de esto último podrían ser Churchill o Darwin, porque tiene mucho atractivo conocer elementos de la trastienda de momentos importantes de nuestra historia común; eso, claro, desde la perspectiva de una persona, que puede estirar o encoger los hechos según le convenga. Las hay mixtas y luego están las de los escritores, cuyo mayor interés radica en conocer de primera mano detalles de un periodo literario propio y de todo lo que se ha movido alrededor, y más si se ha sido testigo, confidente y protagonista de buena parte de la historia literaria de ambas orillas de nuestra lengua en el último medio siglo. De esta manera es cómo hay que acercarse a Ni para el amor ni para el olvido, primer tomo de memorias de J.J. Armas Marcelo.
Scan68.jpgAunque a veces no se diga expresamente, existe la creencia inconsciente de que lo que no se cuenta es como si no hubiera sucedido. Desde que el ser humano alcanzó el lenguaje y la capacidad de comunicación, sabemos de nuestro pasado por las imágenes gráficas, por la memoria transmitida a través de la oralidad y por la escritura cuando el ser humano empezó a escribir, siempre desde una visión subjetiva, de manera que dos personas perpetuarán el mismo hecho de distinta forma, porque la imaginación va generando realidades paralelas que, al cabo, crean tanta o más conciencia colectiva que los escritos que se aferran a una realidad que también tiene diversas aristas. Podríamos decir que ahora mismo son más reales Don Quijote, Aquiles y Fortunata que Cervantes, Homero y Galdós.
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