¿Estamos volviendo a tiempos de películas de romanos?

En diciembre, sin que sus argumentos tengan relación con la Navidad, se ha convertido en una costumbre que, si no es una cadena de televisión es en otra, nos coloquen Lo que el viento se llevó, Pretty Woman o ¡Qué bello es vivir! Es como un tic, y ya suena a chiste que, en Semana Santa, siempre aparezcan las inevitables películas de romanos, que pueden serlo o no, porque, para el público de este género, romanos son todos los pueblos, imperios y personajes de la cuenca mediterránea en la antigüedad, tengan o no que ver con la pasión de Cristo.

Foto modeloty.jpgSi quieren hacer cine temático, puede entenderse que emitan La historia más grande jamás contada, Rey de reyes o el Jesús de Nazaret de Franco Zeffirelli (por cierto, las tres con Jesucristo rubio y anglosajón), o bien Barrabás, por ser un personaje que aparece en los Evangelios como alternativa a la liberación de Cristo, Ben-Hur (casi obligatoria), que está basada en una novela cuyo título es Una historia del tiempo de Cristo, y se escenifica la subida al Gólgota, la crucifixión y la muerte del Nazareno, o incluso La túnica sagrada, que, además del tener relación con el tema, participa en ella nada menos que Víctor Mature, el más inexpresivo rostro del cine (él decía que no se consideraba actor), pero daba el tipo de forzudo, gladiador o ayudante del Richard Burton de turno.
Lo que ya es un disparate repetido durante décadas y ahí vuelve otra vez, es que cualquier película que tenga que ver con el mundo antiguo sea colocada con inexplicable oportunidad cada Semana Santa. Porque ¿qué relación tienen con Jesucristo o el Cristianismo títulos como Cleopatra, El coloso de Rodas, Ulises, La caída del Imperio Romano, Los últimos días de Pompeya, Julio César (la buena, la de Manckiewiz), Espartaco, Rómulo y Remo, ¿Quo vadis?… Y aunque sean de tema bíblico, nada tienen que ver con Cristo y su nueva doctrina contraria al «ojo por ojo» del Antiguo Testamento cintas como Sansón y Dalila, La Biblia, Sodoma y Gomorra o Los Diez Mandamientos (otra fija en esta época). Entre las nombradas hay de todo, desde películas malísimas a medianías e incluso obras maestras. Esta costumbre de relacionar Semana Santa con películas de romanos sigue ahí; pero, con toda la pesadez que significa que nos repitan las mismas historias sin un criterio mínimamente defendible, lo que más nos retrotrae en el tiempo no es que vuelvan a programar Gladiator, sino que el Viernes Santo cierren los bares por decreto. Y eso sí que me preocupa, porque siempre se puede cambiar de canal, pero lo otro empieza a significar otras cosas que dan miedo.

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