Lola o la mancha de la literatura
Desde que nos conocimos, una tarde de otoño de 1982, no recuerdo haber hablado nunca en serio con Dolores Campos-Herrero. Desde que nos conocimos, en la vieja redacción del Canarias7, mantuvimos una comunicación humana y literaria fluida, transparente y cómplice. Ambas afirmaciones parecen contradictoria, pero no lo son; por alguna razón que ambos desconocíamos, usábamos entre nosotros un idioma que solo tenía dos hablantes, que sonaba como el castellano normativo pero en cuya ejecución nada era lo que parecía. Sin embargo, el otro siempre entendía. Nuestra lengua común fue la ironía, usada unas veces con elegancia florentina y otras como la más pura esencia del sarcasmo.
Con esas cabriolas lingüísticas mantuvimos una relación permanente que duró toda la vida común que nos fue permitida, 25 años en los que no tengo memoria de una traición, un malentendido o siquiera un leve contratiempo. La sonrisa presidía nuestras conversaciones en esa lengua imposible (para los demás), que usaba las palabras siempre con otra semántica. Continuar leyendo «Lola o la mancha de la literatura»