Como toda persona interesada en la vida colectiva, he seguido y sigo lo de Cataluña. Y no le pongo nombre porque estos los llaman procés, esos ejercicio de soberanía, aquellos ilegalidad manifiesta y varios de una y otra parte utilizan la expresión golpe de estado, que unos achacan a los independentistas y estos al gobierno de Madrid, a los partidos centralistas y a las fuerzas de la llamada caverna mediática. Tendré que releer La Técnica del golpe de estado de Curzio Malaparte porque tenía la impresión de que lo que dice el libro no se ajusta a lo que veo. O sí. Cuando sintonizas un medio audiovisual o lees un medio escrito, sea en papel o digital, ya sabes de antemano qué van a decir, porque aquí nadie se mueve un milímetro. Luego aparecen quienes nos hablan del siglo XII y anteriores, otros que proclaman que Cataluña es solo una pequeña parte del reino de Aragón, los que dicen aportar documentos que no muestran y sobre todo los que tocan de oído, que en ambas posiciones, de repente, se han convertido en eminentes juristas, ínclitos historiadores e iluminados adalides del separatismo o del unionismo. Y casi sin darme cuenta, he logrado percibir los matices que diferencian el significado de palabras aparentemente sinónimas como argucia, farsa, invención, cuento, ardid o camelo, o la aplicación interesada de otras como bulo, trola, patraña, engaño, fingimiento o calumnia. Eso sí, todos se acusan de dinamiteros de la democracia, y al final suena a un gran caleidoscopio de mentiras. Parece que hay una competición a ver quién dice o hace la cancaburrada más sonora, y me pone nervioso la actitud, las palabras y a veces hasta la presencia de personajes que parecen sacados del siglo XIX. No entiendo el pito pito gorgorito del PSOE, el entreguismo de la burguesía catalana siempre tan orgullosa del «seny», el sonido a bóveda lúgubre de los unionistas catalanes del PP y Ciudadanos, el lenguaje ambivalente de los partidos de nuevo cuño, que ponen una vela a Dios y otra al diablo. La verdad es que no entiendo nada, me quedó más claro el final de la película de José Luis Cuerda Amanece, que no es poco. Confusión es la palabra que define este momento, por usar un término suave, ya que manipulación me suena peor. Y luego los modos bravucones de unos y otros. Si viviese en Cataluña, el 1 de octubre no sabría si votar o no, porque luego cada voto o abstención son suceptibles de ser utilizados para una cosa y la contraria. Dije en el título que iba a hablar de lo de Cataluña; ya he hablado, ahora me mojaré: voy a ducharme.
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.