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El disputado voto del señor Quevedo

El acuerdo de Nueva Canarias con el PP para apoyar los Presupuestos con el diputado 176 debe hacernos pensar en el concepto que se tiene de Canarias en La Península, especialmente en la Villa y Corte y sobre todo en los círculos políticos, económicos y periodísticos. No quiero entrar en consideraciones de ningún tipo sobre el acuerdo, pero a poco que sepamos contar veremos que se logra un beneficio tangible para muchos quevedo 22.JPGcanarios, pues solo en las subvenciones al transporte hablamos de más de siete millones de billetes interinsulares cada año. Y poco ha sido, porque se han quedado en el camino asuntos tan importantes como las dependencias, que la prensa peninsular tilda de mercadeo y nosotros llamamos necesidad social, que en Canarias es un clamor.
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Los sin nombre de Santiago Gil

Pocas veces nos encontramos con un narrador tan definido en su manera de escribir como Santiago Gil. Cierto es que eso que llaman estilo hace reconocible la escritura de cada uno cuando alcanza su propia voz, pero en el caso de Santiago las constantes se repiten de forma casi matemática y se ponen a funcionar sus tres signos de identidad fundamentales que ya he resaltado más de una vez: es un escritor en espiral, es un observador que en el mar de la vida ocupa un submarino siempre con el periscopio en servicio, es un navegante que conoce su destino pero ignora la ruta y se orienta por los vientos y las corrientes del ritmo de su prosa. No puede evitarlo; la historia va contándose sola porque se ha ido almacenando en el disco duro de lo cotidiano que Santiago Gil convierte en materia novelable.

fsgil.JPGDespués del resultado colosal de su anterior novela, La costa de los ausentes, que es un punto de inflexión en su obra, un intento logrado de cerrar uno de los muchos y fructíferos círculos que tiene el autor, vuelve ahora con Gracias por el tiempo, una novela corta que aparentemente solo pretende mostrar el desgarro social y humano que genera la desigualdad y que se ha multiplicado después de este nuevo «crack» programado de 2008 y que se alarga a conciencia y con regodeo. Continuar leyendo «Los sin nombre de Santiago Gil»

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La cultura, esa cosa sospechosa

En otras épocas, la protección de la cultura tenía más que ver con el capricho de un rey, un papa o una duquesa que con el mercado, que se inició en el Renacimiento, cuando empezaron a hacerse funciones musicales o teatrales al público, con una entrada que pagar o con un caché financiado por un mecenas. Los pintores, escultores y arquitectos se hacían con una clientela entre los más pudientes, y esto fue determinante, por ejemplo, en la pintura flamenca, pues en Flandes los ricos comerciantes encargaban cuadros y tapices y de esta manera se establecía una oferta y una demanda. En el siglo XXI la cultura también es negocio de una forma general, es un nicho de empresas y un surtidor de puestos de trabajo. Este mercado es cada vez más globalizado, controlado a menudo por multinacionales o en el caso de España por grandes empresas que a su vez son tributarias de otras de mayor calado. Es raro encontrar hoy una discográfica, una productora de cine o una editorial que empiece y acabe en ella, suele formar parte de un grupo empresarial multimedia en el que hay cadenas de radio y televisión, editoriales de libros de todo tipo, productoras audiovisuales y empresas paralelas dedicadas a la distribución y al marketing.

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