Parece (esperemos que se consolide) que empieza a saberse que en Canarias se escribe narrativa y poesía tal vez como en ninguna época de sus quinientos años de historia, con unos niveles que nada tienen que envidiar a los de los momentos más recordados de nuestra literatura. Hasta hace poco tiempo, dada la escasa atención mediática, crítica y universitaria, era posible pensar -algunos lo siguen pensando o haciendo que se piense- que la última poesía escrita en Canarias data de los años 60 (Poesía Canaria Última) y que desde el Boom narrativo de los 70 nadie había vuelto a escribir una novela. Ha pasado casi medio siglo de poesía y cuatro décadas de narrativa y, aunque la actividad creativa es muy importante, solo en los últimos años hay referencias de todo ese quehacer que se ha hurtado a nuestra cultura. ¿De quién es la culpa? Pues como se suele decir, entre todos la mataron y ella sola se murió, se han mezclado la desidia general, el feudalismo de unos pocos y el complejo de inferioridad que hace que se piense que lo de aquí no tiene nivel, salvo que hablemos de fútbol, donde a menudo pecamos de cierto chovinismo. Ni una cosa ni la otra, pero lo que no puede negarse es que las cosas existen. Incluso se suele llamar a los poetas y narradores de la década de los 80 La Generación del Silencio, no porque callara, sino porque no había canales de expresión.
Formo parte de esa generación, y por ello hace unos meses un grupo personas de esta hornada nos reunimos para dar a conocer los más recientes poemas, algunos incluso en fase de construcción. A esa iniciativa se la llamó Bitácoras, y para que quedara constancia sufragamos la edición de los poemas recitados, cuyos posibles beneficios editoriales irán a parar a una ONG; es una manera de unir la poesía con la solidaridad, de materializar aunque sea testimonialmente el sentir general de que somos humanos, porque, como dijo Terencio, «nada humano me es ajeno». El próximo viernes al atardecer habrá un recital en el Real Club Victoria, donde participarán algunas de estas voces, pero estarán todas en ese librito que es como el hilo que fija a la tierra la cometa de la poesía. De esa forma se funden las sensibilidades humana y poética en una velada sin más pretensión -grande en su modestia- que la poesía en su amplio significado.
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