Las dos obras anteriores de Carlos Lázaro Roldán denotaban que al poeta nada le es ajeno. En este su tercer libro, País de Lux, le hiere todo lo que pueda llevar el adjetivo «humano». Tal vez podría decirse lo mismo sin mentir de todo poeta, pero en este caso la escritura es como un GPS que detecta todo lo bueno y lo malo que hay a su alrededor. Es asombrosa la capacidad para despertar su poesía que tienen los detalles aparentemente más nimios, que se incrustan en los grandes asuntos que siempre son la muerte y el amor, pero el amor expandido más allá del exclusivamente erótico.
Viendo la disparidad de objetos, asuntos, sensaciones y sentimientos que lo atrapan, uno llega a la conclusión inevitable de que es la vida en toda su dimensión la que sorprende cada instante al poeta. Podría deducirse que ese interés por la vida procede inexcusablemente de su dilatado ejercicio de la Medicina, pero eso sería quedarse cortos, porque la vida está fuera del alcance de un fonendoscopio. Vibran quienes buscan una rendija para huir de algo o alguien, a veces de sí mismos, quienes sienten la terrible indefensión de la intemperie, quienes durmiendo bajo techo sienten que incluso en el cobijo puede estar la soledad. Corren por sus versos los fugitivos de la alegría y los que la inventan para sobrevivir. Es un radar que detecta fisuras cuando todo parece compacto y donde aparecen fortalezas cuando se supone que ya está encima la derrota. Es ese matiz difuso que nos alerta cuando estamos tranquilos, y por el contrario esa voz que nos reprocha lamentos gratuitos cuando en realidad no hay razones importantes para la queja. El ser humano es inconformista y quejumbroso y al mismo tiempo es prepotente y ufano, casi siempre cuando no debe. País de Lux es como una máquina de la verdad, que trata de desmontar las carencias de nuestra sociedad y a la vez propone realidades objetivas para tratar de buscar el equilibrio en lo pequeño.
Cuando se termina de leer este libro se siente como que nos han descubierto cuando hacemos continuas trampas en el solitario. Porque vivimos en una contradicción difícil de explicar y más difícil todavía de asumir: estamos solos, somos seres individuales y hay fronteras que nadie puede traspasar, y esto sucede en una sociedad en la que la relación entre todos es imprescindible. No podemos sobrevivir aislados, y tampoco podemos avanzar sin mirar hacia adentro. El dolor, la esperanza, la ilusión, la frustración, la entrega… Es la vida que se abre camino entre lo individual y lo social, es el ser humano que se muestra poderoso y se sabe insignificante, o al revés. Ese es el escáner que hace del mundo Carlos Lázaro Roldán un informe doloroso pero esperanzado de lo que cada día roza, molesta, ilusiona o abriga al poeta. Es el País de Lux que buscamos y del que huimos, porque puede que exista.
NOTA: País de Lux contiene, además, doce dibujos en tinta realizados por Carlos Lázaro Roldán, autor del poemario.
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