El primer martes después del primer lunes

Pues ya estamos en el primer martes después del primer lunes de noviembre de un año bisiesto, ese que tiene 366 días y también es año de Juegos Olímpicos y Eurocopas de fútbol. Y ese día tan peculiar de cada cuatro años se elige a la persona que va a ocupar durante el cuatrienio siguiente la presidencia de Estados Unidos. La razón por la que, desde mitad del siglo XIX, las votaciones son en noviembre tiene que ver con el clima, ni mucho frío ni mucho calor que obstaculicen los largos desplazamientos hasta los centros de votación que había que hacer y con los medios lentísimos de entonces, y es un martes, para que el viaje se iniciara en lunes y así el domingo se pudiera cumplir con los ritos religiosos. Lo de que el martes sea el que sigue al primer lunes es para evitar que caiga el 1 de noviembre, no solo por la festividad de Todos los Santos, sino también por razones económicas y administrativas difíciles de entender en el siglo XXI, pero que entonces eran vitales. Habría materia muy prolija para explicar el sistema, cómo se elige en cada distrito, a quién se adjudican los delegados de cada estado, que son los que finalmente irán a Washington unas semanas después y harán la proclamación. Ya sabemos que en muchas zonas de USA siguen en vigor leyes que cuando fueron impuestas cuadraban con aquel modo de vida y que hoy son ridículas. Esta es una de ellas. Así que hoy es ese cuatrienal primer martes después del primer lunes de noviembre, que siempre cae entre el 2 y el 8.

martess 1.JPGCuando nació USA, el Presidente era la máxima representación, pero ya entonces había poderes que maniobraban, fueran algodoneros, comerciantes, madereros… Como dijo alguien, el Presidente era Dios pero mandaban los santos. Así ha seguido, así es, y el que se sale de esa norma no escrita puede tener los problemas que tuvieron Lincoln, Gardfield, McKinley o Kennedy. Cuando ganó Obama dije que nada cambiaría, sería un presidente más, su raza es una anécdota, y nada cambiará si gana Hillary Clinton o Donald Trump. Es una puesta en escena, que puede marcar detalles, como la versallesca corte de Jackie Kennedy o lo bien que baila en la televisión Barack Obama. Nada más. El dominio del planeta está en juego, y las grandes reservas de energía están en Oriente Medio y Asia Central, que cogen a Rusia más a mano y por eso sigue ahí la cuña de Israel, y Japón se ha convertido en el perro guardián del Oriente lejano porque ahora ha entrado en juego el gigante chino. En la trinchera occidental liderada por Estados Unidos, siguen partiendo el bacalao los poderes de siempre, los equivalentes a los Carnegie, Hilton, Rockefeller, Warner y Hearts de los ferrocarriles, el petróleo, las cadenas de hoteles, los medios, las industrias armamentísticas, farmacéuticas, alimentarias y todo lo que produzca un dólar.

martess 2.JPG¿Que va a llegar Donald Trump a ponerlo todo patas arriba? No puede, y si lo intenta no lo dejarán, porque no son los electores los que deciden que Gerald Ford vaya al humilladero de las elecciones más previsibles de las últimas décadas, que a Carter lo liquidara la mentirosa firma de la cesión del canal de Panamá, que cualquier presidente díscolo pague a veces muy cara su indisciplina. Donald Trump es un disparate y el sistema quiere que gane Hillary porque está en la pomada y es más cansado aleccionar a uno nuevo y encima rebelde. Si fallara la presión mediática y eligieran a esta quintaesencia del populismo, el primero que entraría en pánico sería el propio Donald Trump, porque alguien le dirá (si es que no se lo ha dicho ya) que será «solo» el presidente. Ocurre desde el Motín del Té que inició la Guerra de Independencia americana, y cuando alguien desafía la inercia histórica, se le aplican las «medidas correctoras» necesarias. Siempre. Esto es así. Ah, se me olvidaba (qué despiste): ¡Dios bendiga a América!

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