Vaya por delante mi admiración hacia todos los efectivos civiles y militares que actúan contra los incendios forestales, y desde luego lamento muchísimo la pérdida de una vida humana en este evitable desastre ecológico. Los brazos que se arriesgan están a menudo a merced de voluntades políticas, y en estas cuestiones son los técnicos los que saben, pero eso choca frecuentemente con la soberbia de los políticos. El incendio de La Palma vuelve a poner de manifiesto las mismas carencias que se detectaron hace 32 años en La Gomera, y luego en Gran Canaria, Tenerife, o en Fuencaliente hace unos años. Un territorio tan pequeño y sensible como nuestro archipiélago necesita un cuidado muy especial de sus espacios naturales, y una y otra vez se entrecruzan administraciones, normas e intereses que impiden que haya una política global de protección de nuestros bosques. Los campesinos cuentan y no acaban de cómo la burocracia, con el argumento de que este o aquel es un espacio protegido, pone trabas a asuntos tan cotidianos y necesarios como restaurar una pared derribada por la lluvia. Siempre se ha dicho que los incendios forestales se apagan en invierno, porque es cuando hay que tener preparados los medios, cortar el monte bajo y hacer todas esas tareas que en pleno incendio resultan imposibles.
También te cuentan que siempre hay un burócrata que esgrime un resolución salida de no se sabe dónde para ralentizarlo todo. Luego están los distintos niveles y el debate de quién tiene las competencias, y así marean la perdiz hasta que hay medio monte quemado. Me gustaría saber cuántos papeles hay que rellenar, cuántas llamadas telefónicas hay que hacer y cuántas reuniones hay que convocar hasta que se pone en marcha lo que verdaderamente apaga el fuego. Ahora salen todos los políticos en mangas de camisa, con aspecto heroico de venir de la guerra, dando ruedas de prensa y hablando de lo que a menudo no saben pero les toca por designio divino del cargo que ocupan. Dicen que ha sido magnífica la coordinación de las administraciones; viendo la eficacia, debo suponer que, de haber habido descoordinación ya habría ardido la isla entera. Empiezan a moverse medios a cuentagotas, y al quinto día del incendio nos dan como gran noticia que sale desde Málaga un nuevo hidroavión. Es desesperante tanta desidia política, y como siempre, ahora prometerán esto y lo otro, como la base de hidroaviones en Canarias que ya se prometió por primera vez cuando el terrible incendio de La Gomera que en 1984 costó, además, veinte vidas humanas. Sigue siendo una promesa, pero es una necesidad porque está en juego la supervivencia de un territorio muy frágil. Así que, dejen de ponerse medallas y por una vez hagan algo con sentido común velando por el interés del presente y del futuro de estas islas. Hay mucho por hacer, pero lo más urgente es esa base de hidroaviones, una revisión general de la legislación medioambiental y de seguridad forestal, y desde luego una sola voz administrativa y ejecutiva que actúe con urgencia. Si no se hace, volverá a ocurrir. El fuego no entiende de burocracia.
Imagino una lucha de » egos » decidiendo lo que conviene , sin que sepan muy bien lo que hay que hacer , y solo cubriendo el expediente .
Y mientras tanto , las islas desprotegidas . ¡ Miren si desde el año 84 , no ha habido tiempo de planificar y resolver el problema !…
Lo peor , es que en los demás temas , la actitud , es la misma .
¡¡ Qué triste …!! ….