Es una noche de agosto como tantas, estoy sentado en mi mesa de ordenador y escucho gritos del vecindario porque en estos momento la UD Las Palmas juega un partido de fútbol en Valencia. Al tercer griterío miro en el marcador instantáneo que tiene Canarias7 en la portada del digital y veo que La UD va ganando 1-3 y solo llevan media hora. A saber cómo rueda el balón y cuál va a ser el resultado final del partido, pero me percato de que acabo de descubrir sin querer varias cosas sobre mí. La primera es que creía que me gustaba el fútbol y veo que no tanto, porque sabía que se jugaba ese partido y, justo a la hora de su comienzo, me puse a hacer otra cosa que bien podría haber realizado en otro momento. Creo que lo que me gusta es la historia, la incidencia social del fútbol, la mitología de jugadores o partidos antañones, una especie de literatura del fútbol muy alejada del sudor de las camisetas y el olor a reflex de los vestuarios. Sé que algunos amigos y amigas (entre ellos algunas plumas literarias de las más exquisitas) son devotos seguidores de la UD Las Palmas, y cuando conversamos puedo mantener el nivel de argumentación futbolera, pero veo que a ellos les apasiona el fútbol mismo, mientras que a mí suele interesarme más la leyenda que que se teje alrededor (miro el digital, el partido está en el descanso y el resultado es 2-3).
Lo segundo que he descubierto es que no entiendo muy bien eso de que la UD es «nuestro equipo representativo». ¿Representativo de quien? Es un equipo de fútbol, como los hay de voleibol femenino, tampoco hay que darle más vueltas, y aunque es posible que sus glorias generen beneficio económico directo o indirecto para nuestra sociedad, me gustaría saber cuánto y a quién (llevo años preguntándolo y nadie sabe dar una cifra siquiera aproximada); sí tengo claro que sus victorias alegran la vida a mucha gente; familiares, amigos cercanos y ahora mismo el trozo de ciudad donde estoy se alegran de sus goles, y dicen que eso sube las endorfinas, la autoestima colectiva y el bienestar físico como consecuencia, y desde ese punto de vista, quiero que siempre-siempre gane la UD Las Palmas. Pero por primera vez en mi vida soy consciente de que personalmente me da igual, pero me alegra ver a mi gente contenta. No me supuso ninguna pena íntima cuando descendió hasta 2ªB, ni una alegría desbordante cuando ascendió a 1ª división. Sí que me molestó -y mucho- lo ocurrido el año anterior al ascenso, en aquel infausto episodio en el que se perdió por torpeza conjunta un ascenso que ya estaba en la mano, y me contrarió porque era la expresión de otras carencias y desaciertos de nuestra sociedad. Y claro, si todo esto me sucede con la UD Las Palmas, lo que pase con el Barça, el Real Madrid o la Selección Española, pues lo mismo: historia, leyenda, mito… pero poco o nada en cuanto al fútbol. Descubrir todo esto no me alegra ni me entristece, no es mejor o peor que otras actitudes, es así y bueno es saber algo nuevo de uno mismo (veo en el digital que el partido ha terminado con victoria grancanaria por 2-4). ¡¡¡Biennn!!! Felicidades.
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