Apellidos que son nombres
Hoy, fecha de nacimiento de Neruda, también es el santo de Galdós, San Benito, pero nadie se acuerda, porque es un nombre que se pierde hacia la sonoridad de los apellidos, como le ocurre, por ejemplo, a Bioy Casares, al que tomo como ejemplo de lo que digo. Se llamaba Adolfo, un nombre corriente pero poco usado, que siempre desaparece bajo el peso de un apellido resonante. Wilde era Oscar, un nombre que ahora es premio de cine, Borges era Jorge Luis, nombre de culebrón en antístesis a su obra, que se dice siempre completo aunque en la mayoría de los escrito sólo ponen J.L.; Bioy era Bioy, como mucho Bioy Casares, casi nunca Adolfo, porque Adolfo se pierde ante un Suárez, un Hitler, o entre un Gustavo y un Bécquer. Llamarse Adolfo es como tener un nombre transparente, y el nombre es importante, imprime carácter, ya decía Wilde que es muy importante llamarse Ernesto; sí, sí, Ernesto, Oscar o Jorge Luis, y por la misma razón llamarse Adolfo necesita un doble esfuerzo.