Hay libros que se te vienen a las manos sin esfuerzo; otros los esperas, y cuando llegan no están a tu alcance por detalles a veces estúpidos. Los persigues, vuelves a la carga y consigues tenerlos entre las manos, oler su tinta, ya no tan reciente porque el tiempo ha ido evaporando la imprenta. Luego se retrasa su lectura por mil circunstancias, como si fuese un arduo trabajo de seducción. Cuando, por fin, nadas en sus aguas, sientes que mereció la pena tanta pesquisa, porque es como resolver un acertijo, que empieza con el libro real y sigue en su contenido.
Eso me ha ocurrido con el poemario Historia de un jardín muerto y de un pájaro rojo, de María José Vidal Prado. Sería muy fácil escribir que es un magnífico libro, que me ha impresionado y que espero (otra vez la espera) el siguiente libro de la autora. Pero no es tan sencillo, porque este libro que se hace esperar también irrita porque es como meterte en un laberinto en el que cuando encuentras una salida se cierra una puerta. La poeta es una mujer franca y luminosa, pero su poesía te obliga a volver hacia adentro porque «la bruja te encontró / en tu casa del bosque. / Traía una manzana envenenada». La respuesta a tantas preguntas, que al fin solo es una, tal vez tenga que ver con la procedencia física de la autora: Galicia. Comparándola con Canarias, dice Manuel Rivas: «Galicia tiene vocación de isla. Es un mundo atlántico, y el mar ha sido el mejor camino para nuestros pueblos. En el caso de Galicia, siglos aislada de la meseta, y su salida era el mar», y es posible que eso haya creado una gallega alma insular a pesar -o tal vez por ello- de ser el último destino desde antes de que existiera Compostela. Y esa insularidad impuesta en un lugar al que se acudía en pos de Finisterre busca la gran respuesta, que nunca llega, pero que está danzando alrededor de la muerte en su literatura, sea en gallego o en castellano, desde la Negra sombra de Rosalía hasta Baldo Ramos y el mencionado Rivas, en la poesía del gran Valle, del mítico Castelao o el poliédrico Cunqueiro, y el sublime remache de Celso Emilio Ferreiro. La ironía, el esperpento y el nihilismo se defienden y preguntan a la muerte. Tal vez tenga eso que ver con que, en el siglo XX, la prosa más elevada escrita en La Península y en castellano sea la de tres gallegos: Valle-Inclán, Cela y Torrente Ballester.
El título del libro enciende la esperanza de que, después de tantas decepciones cogidas a contramano, llegue El pájaro rojo de la última parte y ponga color a esa gran pregunta que es todo el libro. Es obvio que, como en la novelas policíacas, no voy a hacer spoiler, pero sí les diré que MJVP es una poeta insular, no sé si gallega o tal vez canaria por contagio, porque ambas poesías, tal vez por escasez de ensayo filosófico normalizado, han asumido lo transcendente más allá del hecho poético y se internan en las pulsiones humanas como bases de una mitología intelectual (Feria, Padorno, Jiménez). Hay una ausencia casi total de localizaciones físicas, pues los jardines, los bosques y hasta las sombras forman parte de un paisaje poético en el que se mueven como meigas aleccionadoras algunas figuras míticas de los cuentos infantiles, que al cabo son historias de terror por las que pululan guadañas, nieblas y fantasmas.
Y aunque parezca un contrasentido, también es un libro sobre al amor, incluso con referencias que remiten a lo erótico. He tratado de buscar también esa lectura y acaso la haya fabricado en mi posición de lector, influido por eso que los franceses llaman petite morte. En todo caso, MJVP no da puntada sin hilo, porque es posible encontrar alguna salida en esas puertas que parecen cerrarse. Es evidente que Historia… es un libro salido de las manos de alguien que, no solo tiene el impulso poético, sino también un dominio de los saberes que casi retan al lector. Este libro no permite una lectura pasiva que regale los oídos, es un desafío, una apuesta por encontrar el verdadero sentido de la poesía, o de eso que llaman lo poético. Ya es el segundo aviso que el camino de entrada nos lo señalen Panero y Rilke; es decir, aquí no se juega con fichas ligeras, es la poesía del ser o no ser, del todo o la nada. Tal vez por eso me resultó tan azaroso conseguir físicamente el libro, y ese fue el primer aviso. Y, sí, la autora se lo ha puesto muy complicado a sí misma, y al lector le ha despertado la curiosidad por su siguiente poemario.
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