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Newton, la anestesia y la castaña homérica

Creo que la sociedad española está en medio de un síndrome de inconsciencia porque no percibe el peligro; es como si caminara con los ojos cerrados por el pretil de una altísima azotea, pero no siente que puede caer al asfalto en cualquier momento. Al decir sociedad me refiero a todos sus estamentos, niveles y sectores. Hay una crisis económica de magnitudes homéricas (homenaje el personaje del cochero irlandés de la película Un hombre tranquilo), combinada con el general descrédito institucional, una poco tranquilizadora situación europea y mundial que nos afecta y, en fin, un mapa social y político en el que nadie está en su sitio y no hay brújula que lo aclare. Pero no pasa nada, está ardiendo la mecha y todos miran pero nadie se molesta en tratar de apagarla. Se ha llegado a un estado de sedación colectiva en el que por lo visto se espera continuar el recorrido por el filo de la azotea, intuyendo tal vez que se produzca el milagro o el prodigio de que deje de funcionar la ley de la gravedad; o peor, sin que parezca importar caer al vacío.

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Vida y muerte colgados del mar

Peces, caminos, sal, memoria, el mar.
Playas de Lampedusa, Lesbos, Tarifa, Maspalomas.
Luz y abrazos que acogen a fugitivos del odio y el hambre.
En Nigeria, Somalia, Siria, Libia, Darfur, Mali, Pakistán llueve muerte.
Largos caminos que hace siglos fueron rutas de la seda,
la sal, el oro y las especias
son hoy cementerios itinerantes con una muralla de olas.
La muerte y la miseria nacen en espacios asépticos,
en los talleres de tallado de diamantes de Amberes,
en los glamurosos escaparates de Tiffany’s,
en la acristalada City de Londres,
en la voracidad de los nuevos ricos de Rusia y China.
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Una manzana envenenada de poesía

Hay libros que se te vienen a las manos sin esfuerzo; otros los esperas, y cuando llegan no están a tu alcance por detalles a veces estúpidos. Los persigues, vuelves a la carga y consigues tenerlos entre las manos, oler su tinta, ya no tan reciente porque el tiempo ha ido evaporando la imprenta. Luego se retrasa su lectura por mil circunstancias, como si fuese un arduo trabajo de seducción. Cuando, por fin, nadas en sus aguas, sientes que mereció la pena tanta pesquisa, porque es como resolver un acertijo, que empieza con el libro real y sigue en su contenido.
Eso me ha ocurrido con el poemario Historia de un jardín muerto y de un pájaro rojo, de María José Vidal Prado. Sería muy fácil escribir que es un magnífico libro, que me ha impresionado y que espero (otra vez la espera) el siguiente libro de la autora. Pero no es tan sencillo, porque este libro que se hace esperar también irrita porque es como meterte en un laberinto en el que cuando encuentras una salida se cierra una puerta. La poeta es una mujer franca y luminosa, pero su poesía te obliga a volver hacia adentro porque «la bruja te encontró / en tu casa del bosque. / Traía una manzana envenenada». Continuar leyendo «Una manzana envenenada de poesía»