Acabo de leer el libro El papel de la prensa, de Rafael Álvarez Gil, y al comentarlo con alguien, me tiró a cara El cuarto poder (*), magnífico film escrito y dirigido por Richard Brooks en 1952, con Bogart como estandarte. Desde luego, el cine nos da una visión de cómo han ido evolucionando los medios de comunicación, como de casi todo, porque es también un medio muy poderoso, para lo bueno y para lo malo, pero precisamente esa película está en las antípodas de cómo es la prensa actual, aunque no queda muy lejos de las ideas del autor del libro.
Rafael Álvarez Gil ha escrito un ensayo que no trata de contarnos la historia del periodismo y sus relaciones con el poder, asunto por otra parte que necesitaría bastantes más páginas que el centenar que nos ofrece el ensayista. Lo que nos explica es cómo, en el último medio siglo se ha fraguado la situación actual, y sobre todo hace propuestas para afrontar los desafíos que ahora mismo y en el futuro inmediato nos plantea la utilización de la prensa, y por extensión todos los soportes por los que la información llega al ciudadano. En muchos casos, esa información es interesada y por ello desinformación, y cada vez hay un mayor control de lo que se publica y por eso precisamente el trabajo de Ávarez Gil desmonta la idea de «cuarto poder». Esto tal vez fue posible cuando, aparte de los tres poderes de Montesquieu, la opinión publicada era independiente y las empresas periodísticas o de otros medios se dedicaban solo a la información, pero hace décadas que eso no es así.
Ni siquiera el poder político está fuera de la presión de los poderes económicos, que en el caso de los medios de comunicación vienen a ser lo mismo, porque hoy la mayor parte de los medios están bajo el yugo de unos consejos de administración que a menudo usan las empresas informativas de las que son propietarios para reconducir la opinión a su conveniencia. Los apagones informativos son una muestra, sabemos lo que quieren que sepamos y de la manera que mejor les viene. Cuando sucede un hecho importante, tenemos noticias durante las dos primeras horas, pero luego todo se para, y durante días nos dicen lo mismo una y otra vez; esas dos horas son el tiempo que han tardado en hacerse con los mandos de lo que se quiere que se sepa o que no se sepa. Ocurrió el 11-S, el 11-M, cuando el Tsunami del Índico, en accidentes como los de Fikushima y, en fin, en todas los conflictos que asolan medio planeta. Por desgracia, podremos tener una nueva muestra de lo que digo hoy mismo, cuando en el momento en que escribo dan noticias de explosiones terroristas en Bruselas. Habrá muchas novedades en cadena durante el tiempo que tarden en controlar todos los canales de información, y cada vez tardan menos. Luego, repeticiones una y otra vez de lo que ya se ha publicado. Siempre se ha dicho que periodismo es contar algo que alguien no quiere que se cuente. Eso es hoy es prácticamente imposible.
Había una esperanza de libertad informativa que eran las redes sociales de Internet. Eso, con ser bueno, plantea problemas como que nunca sabemos si lo que se nos cuenta está confrontado y encima cada vez es mayor el control de esas redes por parte de los poderes político y económico. De ese desafío es del que habla Rafael Álvarez Gil en su ensayo, y desde luego por sus venas corre pura sangre de periodista, porque es más optimista que yo. Dice que hay demanda de buen periodismo; yo también lo creo, lo que yo no sé y él sí espera es que se pueda volver a una información veraz y contrastada, lo más cercano posible a las dos banderas del periodismo; la libertad de expresión y la veracidad de la información. En todo caso, este libro es una reflexión muy lúcida venida de alguien que conoce muy bien el terreno que pisa.
(*) NOTA QUE NO TIENE QUE VER PERO QUE SÍ:
Ya que en el artículo se ha mencionado la película El cuarto poder, quiero precisar que sobre esta cinta hasta he llegado a leer que de ahí procede el sobrenombre que suele darse a los medios de comunicación; es falso porque, para empezar, la película no se llamaba así en inglés original, y por otra parte se usa la expresión «cuarto poder» desde el siglo XVIII, debido al peso que tuvo la prensa de la época en la Revolución Francesa. De modo que poco tiene que ver aquella película de 1952 con los medios de comunicación de 2016. Eso sí, propongo a quien corresponda un ciclo cinematográfico para entender la evolución del papel de los medios en los últimos 80 años, con títulos como Luna nueva, Ciudadano Kane, Network, Todos los hombres del Presidente, Al filo de la noticia, El Show de Truman, Buenas noches y buena suerte, Good bye Lenin…
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