¿Quo vadis, Europa?

Andamos en España ensimismados en nuestro propio ombligo. En Canarias seguimos empeñados en arrasar nuestro leve espacio, sin otro proyecto que no sea el endeble monocultivo del turismo; hay que ver con qué celeridad se ponen de acuerdo las fuerzas políticas, sean del gobierno o de la oposición, para proteger el quiosco con leyes como la canaria del Suelo o la reforma del artículo 135 de la Constitución, y qué lentos para afrontar los problemas de la gente con menos recursos. Nos metieron en la UE como la gran panacea, y ahora no podemos quedarnos al margen. IMG_2474.jpgViendo la respuesta europea a la crisis de los refugiados, el renacimiento de la escalofriante idea de la supremacía blanca, cómo los neonazis crecen como champiñones, cómo se humilla a una mujeres rumanas en Madrid por parte de unos gañanes descerebrados que se supone eran solo viajeros del fútbol, cómo surgen bandas para atacar al diferente, siento escalofríos. No hay liderazgo, no hay inteligencia, no hay política, no hay humanidad.
Europa vuelve a ser el reflejo de los boers supremacistas holandeses que en Sudáfrica dieron lugar a los afrikáners (padres del Apharteid), los neonazis derrotan a un partido tan conservador como el de Angela Merkel, y solo hay paños calientes, diciendo que son hechos puntuales, que esto es una gran democracia indestructible. Está claro que los dirigentes, además de carecer de talento político, parecen desconocer nuestra historia. No les pido mucho esfuerzo, simplemente que le echen una hora a un diccionario enciclopédico (vale incluso la Wikipedia) y lean las entradas (*) dedicadas al nacimiento del partido nazi alemán en una oscura cafetería de Munich, las fechorías del rey Alejandro de Serbia, la Marcha sobre Roma de un tal Musollini… Eran pequeños «hechos puntuales», y de paso miren también al inglés Chamberlain y su inmovilismo y el desastre del final de la III República francesa. Tiemblo cada vez que miro a mi alrededor y echo un vistazo al siglo XX europeo, donde el dolor y el sufrimiento nacieron de la ceguera y la desidia. O me muestran alguna señal o tendré que mantenerme en que nuestro representantes políticos son profanos, suicidas e irresponsables. Ahora somos parte de esa Europa descoyuntada, pero aquí seguimos discutiendo canonjías y jugando a las investiduras.

(*) Si algún político no sabe lo que es una «entrada» en un diccionario, que no se moleste en preguntar; debe irse a su casa directamente. Una ONG (Democracia sin Fronteras) se encargará del papeleo, porque supongo que tampoco sabrá lo que es dimitir.

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