Adolescente, como gran parte de nuestra lengua, proviene del latín, en el que adulescens venía a significar «el que adolece», es decir, que carece de la madurez de los adultos, y en cierto modo se refiere a las personas que están en proceso de crecimiento personal, aunque en castellano suele asimilarse a los cambios que se experimentan en la pubertad. Para los romanos, la adolescencia abarcaba hasta los 25 años, que era la edad en la que ya se podía asumir una tarea o un cargo de cierta responsabilidad, lo que no fue obstáculo para que hicieran emperador a Calígula a los 24 años. Y así le fue.
El actual momento de la política española ha puesto de manifiesto que nuestros políticos tienen comportamientos adolescentes; por consiguiente regidos por lo emocional, la rivalidad y el capricho. Sus conductas son de una inmadurez que sonroja: uno dice que no juega porque los otros no se llevan con él; otro que sí juega pero impone la condición de que no juegue un tercero; este insiste en que si se juega ha de ser con sus reglas, y eso que tampoco es dueño del balón. Todos parecen desconocer el significado de palabras como negociar, pactar, aproximar, ceder y otras que son los conceptos con los que se hace política. Hay otros más pequeñitos, que revolotean alrededor del campo de juego, que ni siquiera llegan a adolescentes, son párvulos, y se plantan a hacer discursos grandiosos como si su leve peso político sirviera para algo más que para calentar el escaño.
En resumen, nadie pacta con nadie y nos abocan a unas elecciones (por favor recorten la campaña, que recortar sí saben); van a producirse unos resultados aproximados a los actuales, con números con los que será de nuevo imposible armar el gobierno que España necesita. Si van a verse obligados a pactar dentro de cuatro o cinco meses, lo inteligente sería hacerlo ya, porque poco va a cambiar. Nos ahorraríamos tiempo, dinero y el guineo permanente de propuestas huecas, naderías sonoras y otras chorradas varias. Deberían encerrarlos con llave (cónclave) y que no pudieran salir hasta que hubiera un gobierno. Y no me vengan con que el electorado ha dicho que se haga esto o lo otro, que cada uno interpreta a su manera. Lo que el electorado quiere es que se dejen de protocolos mediáticos, se sienten juntos de una vez y alumbren una salida a este embrollo que han armado ustedes, no los votantes. Ese es el mensaje de las urnas, no las estupideces adolescentes, o peor, infantiles, que largan cada vez que tienen un micrófono a tiro.
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