El reciente acuerdo de los estados continentales de la UE con el primer ministro británico es lo que en lenguaje diplomático siempre se ha llamado Pantalon baissé, pero como por lo visto poco vale lo que no tenga sello británico, habrá que empezar a llamarlo Pants down. Y ya que Bruselas se ha quedado con los pantalones en los tobillos, esto me suena a dejá vu (perdón, I already saw it). Un conocido patricio insular solía decir que los ingleses son muy ingleses, cuando le corregían que Inglaterra era solo una parte del Reino Unido, y se extendía afirmando que Irlanda del Norte, Gales y, sobre todo Escocia, tenían sus equilibrios dentro del estado, pero cuando hablamos de política internacional quien manda es Londres, es decir, Inglaterra. Ambas cosas las hemos visto una y otra vez a lo largo de la historia, y por algo aquel imperio que hoy es la Commonwealth, aunque se llamaba Británico, cuando se personalizaba siempre eran los ingleses.
Ahora mismo, Escocia no quiere salir de la UE, pero no es escuchada, como siempre. Cruza el Primer Ministro el Canal de la Mancha y, salvo Francia y Bélgica -seguramente porque al ser los más cercanos son los que más conocen el percal- todos los estados miembros comulgan con piedras de molino, incluyendo a la poderosísima Merkel, tan intransigente con los países del Sur y una corderita lechal en este lance. Inglaterra somete de vez en cuando a Europa a un ultimátum, ya lo hizo en los años 90 exigiendo que la UE le diera cada año una enorme cantidad de dinero, y sigue siendo así. Cuando llegó el euro, Londres no quiso entrar, pero se permite controlar sus flujos y reflujos desde la City financiera del Támesis. Ahora ha vuelto a imponer sus condiciones, y finalmente obligan a que uno piense que en realidad Londres no quiere que la UE se consolide como espacio económico, político, social, cultural y militar común, porque sigue ahí la OTAN que tiene su cuartel general en las narices mismas de la sede de la UE. Esa Britania de los ingleses funciona como el estado 51 de los Estados Unidos, un caballo de Troya que es el que hace de puente para que en Europa se haga la santa voluntad de Washington. Y lo que no alcanzo a comprender es cómo Europa se pliega a esas políticas que la perjudican (ahí está el sigiloso TTIP). Lo de Alemania el pasado fin de semana es muy significativo.
La película 55 días en Pekín (1963) cuenta una revuelta de principios del siglo XX en China contra las potencias extranjeras. Los diplomáticos se encomendaron a La Providencia pero se refugiaron en la embajada británica, y el representante francés exteriorizó su rivalidad preguntando en alta voz por qué no en la de otro país, a lo que alguien contestó: «La Providencia, si existe, tiene que ser británica». Por lo visto, no solo la Providencia, también el chantaje.
Un comentario en “Los ingleses son muy ingleses”
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A mí me parece que esa situación de Reino Unido en la UE es como cuando te dejan una gasa en la herida para que no se cierra y siga supurando. En medicina se hace por bien, pero dudo que en política sea para lo mismo. Esta UE es lo menos U que uno se puede echar en cara, y es incomprensible disponiendo de un buen montón de países que podrían hacer una fuerza tremenda resulta que nos siguen afectando los estornudos de EEUU o de China, cuando, eso siempre he creído yo, precisamente el objetivo de la U era fortalecernos contra eso.