Echo una mirada a los escritores que han sido médicos, y la nómina no sólo es larga, sino importante. Hay grandes escritores que no provienen de la lingüística o el derecho, sino de la medicina. Y no me refiero sólo a eminentes galenos que escribieron sobre lo suyo o desarrollaron ensayos aplicando sus conocimientos científicos (Marañón, Ramón y Cajal, Severo Ochoa, Freud…) hablo de novelistas, poetas o dramaturgos del tamaño de Rabelais, Mateo Alemán o Schiller, y en Canarias Julio Barry, Carlos Pinto Grote, Carlos Lázaro o Félix Casanova de Ayala. ¿Estos grandes autores, que escribían a mano y con pluma de ganso, garabateaban sus textos literarios con la ilegible caligrafía que usaban en sus recetas médicas? Todos ellos fueron médicos reconocidos en su entorno social y temporal, que dedicaban sus horas libres a la literatura, lo mismo que Sir Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes. Hay que reconocer que en la obra de estos autores hay un método que tiene que ver mucho con la ciencia, por la meticulosidad y la búsqueda del equilibrio, y acaso su profesión médica les llevara a conocer profundamente el alma humana que se cobijaba en los cuerpos que tan bien conocían.
Sabemos que los artistas plásticos han sido, desde el renacimiento, grandes conocedores de la anatomía humana. No eran médicos, sólo conocían las formas del cuerpo y su funcionamiento plástico. Las expresiones del rostro nacen del conocimiento de la anatomía y sobre todo del talento para expresar los sentimientos con un rictus o con una mirada. Los escritores no tienen por qué ser médicos para describir a un enfermo. Tal vez deban conocer el funcionamiento de la mente, y hay obras maestras como El crimen y el castigo, El túnel o La familia de Pascual Duarte en las que los procesos mentales enfermizos tienen mucho peso, y ni Dostoievski, ni Sábato, ni Cela eran psiquiatras. Sí lo era Luis Martín-Santos y lo son José Carlos Somoza y Lobo Antunes. Pero no tiene que ver, porque Mariano Azuela escribió sobre la revolución mexicana, Pío Baroja sobre la lucha por la vida y Jaime Salom sobre lo casi opuesto a la ciencia. Todos médicos, como Miguel Torga o Carlo Levi. No estudiaron medicina Proust, Simone de Beauvoir y García Márquez, pero plasman la enfermedad y el dolor físico tan bien como Chéjov, que sí era médico. Y surgen humoradas que son preguntas en cadena, al cabo la misma: ¿cómo se las arreglaban los impresores con las obras manuscritas de los médicos-escritores? ¿Los impresores sabían leer las recetas médicas? ¿Los linotipistas pertenecen a la misma sociedad secreta que los farmacéuticos? ¿Leer recetas médicas es un arte?
***
(La ilustración es el cuadro de Rembrandt Lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp).
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.