Ha empezado la campaña electoral y el gran debate mediático es sobre los debates de campaña, metapolítica. Otra de las características es el uso polisémico y abusivo de términos como democracia, libertad, soberanía o transparencia, que cada cual interpreta a su manera llevando el agua a su molino. Pero lo más destacado es que los líderes y sus segundos hablan solo de burocracia, reforma de esto y de lo otro, cambio de modelo de contratación, proyecto de creación de comisiones, observatorios y gabinetes de seguimiento. Burocracia, pero nunca bajan a lo concreto, y se establecen verdades supuestamente absolutas de que todo lo nuevo es bueno y que todo lo viejo es corrupto o está amañado. Y las verdades absolutas no existen, y en política menos. Se les llena la boca hablando de casi todo, pero nunca concretan ni explican cuánto van a poner sobre la mesa, y cuando lo dicen nunca sabemos de dónde van a sacarlo. No es raro por lo tanto que, según la última encuesta el CIS, el 75% tiene intención de ir a votar, pero que hay un 41% que aun no ha decidido el sentido de su voto. Tampoco nos dicen si ese 41% se refiere al cuerpo electoral total o al 75% que asegura que va a votar. Entiendo por lo tanto que los porcentajes que ahora aplican a cada partido están sacado de la mitad (o menos, según se cuente) de los votantes; es decir, no sabemos absolutamente nada y con estos números puede pasar cualquier cosa.
Pero lo más desesperanzador de todo es que cuando hablan de Educación siempre está al fondo la formación para el mercado laboral y la obsesión por mantener lo que ahora existe o por echar abajo la ley del opositor. Pueden hacer todas las leyes que quieran, pero mientras no se piense en la formación integral de la persona todo lo demás será una chapuza, y la concatenación de leyes y decretos de las últimas décadas son la prueba de su ineficacia. De Cultura es que ni se habla, y no veo yo que alguien proponga un proyecto global que camine en sentido contrario de la programada ignorancia que ahora nos cubre, en la que exhibir el embrutecimiento social empieza a ser motivo de orgullo. La política sin personas es trapicheo, y el poder solo como elemento funcional de los valores económicos es demagogia. El problema es que si hubiera alguien que propusiera estas líneas de trabajo no tendría púlpito donde predicarlo. Lamento ser tan pesimista, pero de esta manera, el día 20 ganarán unos u otros, se coaligarán aleatoriamente según los números, pero la ilusión colectiva quedará dañada porque finalmente solo interesa el poder por el poder. Eso sí, los que gobiernen tratarán de vendérnoslo como la panacea y los que queden fuera como una catástrofe. Y ya no cuela.
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