Correa o la crónica real desde la ficción

correa 1.JPGUn editor muy famoso dijo una vez que solo conocía dos tipos de novelas, las buenas y las malas. Hace unos años se leía mucho (al menos las solapillas) la novela experimental, que muchas veces no entendía ni quien la escribió, porque leyeron mal Rayuela y se perdieron por las dublinesas callejas del Ulises; luego se vendieron bien las realistas, que los críticos subdividieron en realismo poético, social (no confundir con la novela social), sucio y otras denominaciones que brotaban de los encargados del márketing editorial; y seguían publicándose simultáneamente novelas de muchos géneros, aunque en cada momento sonaban más unos que otros. Luego vinieron la novela urbana brutal de la disuelta generación Kronen, la histórica que parecía el último descubrimiento y ahora los editores quieren que cada novela tenga una etiqueta, que pertenezca a un género, y los que mejor acogida están teniendo son el negro y el fantástico.
Pero yo sigo pensando que son modas, y como el mentado editor creo que solo hay novelas buenas y malas, porque finalmente es imposible en la práctica que haya un género puro. Y por lo tanto hay quienes escriben buenas novelas y quienes fracasan en el intento. José Luis Correa es de los que ha conseguido mantener el pulso en el espacio de la novela negra, que hoy engloba varias denominaciones que antes no lo eran. Necesidades del servicio. Dentro del género que nos ocupa hay autores que consiguen crear un personaje que es el eje común a varias novelas que acaban convirtiéndose en series. Suele ser alguien de la policía, un detective privado, una periodista o alguien con curiosidad, capacidad de deducción e instinto muy desarrollado.
correa 2.JPGY hablo ya de José Luis Correa, que ha demostrado poseer otros registros narrativos e incluso poéticos, y que acaba de publicar Mientras seamos jóvenes, la octava entrega protagonizada por el detective Ricardo Blanco. Esto significa un doble pulso, porque hay que mantener una misma línea y a la vez ir haciendo evolucionar al protagonista, que es el que sostiene a toda la serie. Muchos pensarán que eso es fácil, una vez creado el personaje, se trata de repetirlo como una noria hasta el infinito. No es tan sencillo, porque muchos y muchas lo han intentado y pocos lo han conseguido, entre estos Pepe Correa. Incluso entre quienes se dediquen a escribir, prueben a crear, mantener literariamente vivo y adaptándose a distintos avatares durante muchos libros a personajes como Poirot, Maigret, Miss Marple, Carvalho, Petra Delicado, Sherlock Holmes o el entrañable e irónico Plinio, policía local de Tomelloso, que nació y creció en la pluma de Francisco García Pavón. Y por supuesto, al Ricardo Blanco creado por Correa.
El título de la novela que nos ocupa, Mientras seamos jóvenes, es la traducción del segundo verso del himno universitario (Gaudeamus igitur). Se trata por lo tanto de un guiño a la universidad, puesto que esta novela era casi un reto, ya que el autor es profesor en la universidad grancanaria en la que se centra el desarrollo de la historia. El caso que hay que resolver es el canal que conecta con otros aspectos de la obra. Es verdad que seguimos las pesquisas de Blanco hasta que se resuelve la trama, pero en realidad lo que hace Correa es una crónica viva de los tensos y agitados tiempos que vivimos y sin duda retrata nítidamente nuestra ciudad y nuestro tiempo. Y el escritor se la juega porque escribe sin perspectiva temporal, encima de los acontecimientos, hasta el punto de que en estas ocho novelas hemos visto cómo nuestra sociedad ha ido pasando de nuevos ricos a una realidad más dura a causa de la crisis. De alguna forma, el astroso detective Ricardo Blanco acabará siendo un cronista de esta época cuando en el futuro tengamos que mirar hacia atrás.
Desisto de abundar sobre la presencia de los escenarios urbanos de Las Palmas, el uso de palabras y expresiones isleñas, el perfil socarrón e inteligente del protagonista o el dibujo en relieve de los personajes, que hacen que las novelas de Correa estén vivas. Ocho novelas de la serie y siempre hacia arriba dan idea del dominio narrativo del novelista. Por ello, me he recreado en la lectura de una excelente novela y prefiero dejar la parte técnica a los especialistas, mientras espero a ver qué va a suceder en la próxima historia protagonizada por Ricardo Blanco.
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NOTA FINAL:

He querido publicar la reseña de esta novela el Día Mundial Contra la Violencia de Género porque el espinazo moral de Mientras seamos jóvenes escarba en esa terrible lacra de nuestra sociedad. Por otra parte, la coincidencia de la publicación de la novela con el terrible crimen de una joven estudiante precisamente de la misma universidad en la que transcurre el relato, y en circunstancias -solo a primera vista- parecidas a las del texto, viene a respaldar dos evidencias: que la literatura de Correa retrata el instante en que se escribe y casi que se lee, y que ausculta la realidad como un escáner.

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