El Pino y la memoria de los afectos

Para mí, la noche entre el 7 y el 8 de septiembre es el descubrimiento de lo incomprensible que es el paso de los seres humanos por un trozo de tiempo que ni siquiera sabemos definir. Vuelvo a la primera niñez; me veo de madrugada caminando hacia Teror, de la mano de mi padre; delante iba mi madre, entonces muy joven, primero con una niña en brazos y en otra ocasión posterior con los brazos caídos. Recuerdo la fe en sus ojos, que se volvían ríos de lágrimas cuando por fin, con el sol recién aparecido y entrando por las vidrieras de la basílica, conseguía tocar el trono que esperaba a la derecha del altar mayor. Yo había visto antes a la Virgen del Pino muy lejos, en su camarín, y en mi inocencia se me antojaba que había bajado para encontrarse con mi madre. Mis cavilaciones se volvieron certezas cuando mi madre me confirmó que, en efecto, La Virgen había bajado para hacerle a ella más corto el camino.

zzzzzzzzzzzzzzzzzz2014.JPGTambién recuerdo mi primer contacto con la muerte, cuando una noche, también del 7 de septiembre, mientras junto a nuestra casa pasaban las parrandas hacia Teror, mis padres velaban el cuerpo de mi hermana pequeña, que precisamente se llamaba María del Pino. No entendí aquella ausencia injusta, y por eso el Día del Pino siempre ha sido y es muy extraño en mi familia. Y todavía no acierto a entender qué le debían mis padres a la Virgen para que, después de tanto dolor, fueran a visitarla otra vez a su templo. En estos días, viendo las estremecedoras imágenes del niño sirio Aylan Kurdi tendido de bruces sobre el último aliento de una ola del Mar Egeo, no podía olvidar la imagen de mi madre caminado hacia Teror sin la niña en brazos, y la ausencia de mi hermana, que es el más bello y a la vez el más doloroso recuerdo de mi primera infancia. En esto hay algo que escapa a mi mente racional y que probablemente nunca entenderé. Pero la memoria persiste y no la aparto porque dicen que no moriremos del todo mientras haya alguien que se acuerde de nosotros. Me empeño en no olvidar porque la vida es la memoria de los afectos.

Un comentario en “El Pino y la memoria de los afectos”

  1. Este artículo o comentario, D. Enrique es muy íntimo, personal,y en principio revolví los propios pero, lo más destacado que me surgió fué -o es- el manejo por la Iglesia Católica de la figura de María. Durante todo el año, hay días que se organizan fiestas a esta Señora, pero no se la dedicamos a ella, sino a los «apodos» que se le han dedicado y hasta a sus sufrimientos los festejamos, sus Dolores: al principio se recordaban durante la Semana Santa, pero hoy se los recuerdan -y celebran- el 15 de setiembre.
    En Canarias me asombra que se discuta la titularidad patronal de Candelaria y del Pino, no entiendo la discusión,¿por qué nos encerramos en los apodos de la Señora? Es, siempre es, María, no una candela ni un pino (Por cierto, pino, es un vocablo masculino, se lo aplicamos a un tipo de árbol, y en Canarias las mujeres lo utilizan cómo nombre, nunca he oido que un hombre se llame Pino… -en Italia, sí señor-
    Todo este lío que me surge me plantea que es el resultado de una argucia de la Iglesia Católica, ¿no? que, por cierto, con el apodo de Fátima, se le ha agotado?
    Y por qué celebramos con fiestas,a una Señora que solo nos cuentan de su vida su presencia en ciertos actos, no su actuación? El más sencillo que recuerdo fué su asistencia a una boda en Canaam? al ver que echaban agua al vino.

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