Cuando la ciencia agota sus recursos, surgen siempre la paraciencia, la costumbre, la tradición y en ocasiones el esoterismo. Iba a decir que lo irracional, pero no sería exacto, porque a veces en estas cosas hay elementos lógicos que se conjugan, y que de alguna forma pueden componer un sistema. Pongamos como ejemplo la meteorología, que es una ciencia que los propios meteorólogos saben que puede predecir los fenómenos atmosféricos a cortísismo plazo, estudiando mapas de isobaras, anticiclones y demás elementos, que hoy tienen el apoyo inestimable de los satélites. ¿Se atrevería a predecir hoy un meteorólogo que, por ejemplo, va a llover torrencialmente a mediados de febrero del próximo año, siendo como es pleno verano? Seguro que no, pero hay campesinos y pescadores que, basándose en signos marineros, en situaciones de las estrellas y en detalles tan poco académicos como las cabañuelas de agosto así lo podrían predecir. ¿Esas predicciones tienen fundamento? ¿Es lógico que despreciemos siglos de sabiduría ancestral determinada por la repetición de situaciones y la metamos en el mismo saco que la charlatanería interesada y fraudulenta?
Si se hubiera hecho la predicción anterior, no porque alguien alegase tener «poderes» sino porque ha medido los vientos, ha observado la densidad de las nubes, el ángulo que forma al atardecer una montaña con un astro, el comportamiento de los animales y las plantas o cualquier otro fenómeno físico, y el 15 de febrero lloviese a cántaros y el Guiniguada arribara a Las Palmas con presencia de río, podría ser una casualidad, pero también cabe la posibilidad de que se haya manejado un sistema de datos que desdeñamos porque no ha sido vomitado por un programa informático que realiza modelos meteorológicos. Y esto vale también para otros campos, en los que se desprecia el conocimiento y la experiencia y convierte en artículo de fe lo que diga una prueba salida de una máquina. Y los avances tecnológicos están muy bien, pero creo que nos iría mejor si, además, los combinásemos con ese conocimiento acumulado y heredado que viene desde los orígenes de la inteligencia y hoy se está arrinconando, con el peligro de que, al final, solo valga lo que determine la tecnología.
La ciencia es un diálogo con la Naturaleza, nosotros le preguntamos y como respuesta ella nos plantea nuevas preguntas, un continuo avance hacia la complejidad del mundo, exasperadamente lento. La ciencia no agota sus recursos, lo que se agota es la paciencia del hombre, porque otra cuestión importante son nuestras expectativas, queremos soluciones a los problemas que plantea el hecho de vivir; ¿acaso hemos olvidado nuestra insignificancia?, ¡ay, bendita humildad!, la ciencia no nos hace dioses, es sólo un calmante de la curiosidad humana ante el absurdo sueño de la Existencia, la ciencia nos conduce a una situación de aparente progreso y de comodidad, pero no resuelve la condición humana, el alivio del sufrimiento humano (que no su erradicación; esto debemos aceptarlo como ley de vida) está en nuestra voluntad, no esperemos de la ciencia lo que no es suyo.
El éxito del método científico reside en la verificación experimental. No basta con una estructura lógica y coherente, ¿acaso no la tienen la astrología y la numerología? (por poner un par de ejemplos de arbitrariedades con cierta estructura lógica). La diferencia entre charlatanería y ciencia no está en el fundamento de las predicciones sino en su resultado, lo que se puede contrastar con la realidad; los charlatanes nunca informan sobre el porcentaje de acierto de sus predicciones, por algo será.
Yo no creo en el progreso tecnológico. Sí creo, y firmemente, en el método científico, porque aplica el rigor y la seriedad a la manera de pensar, y esa metodología de la objetividad es extensible a todos los ámbitos humanos, a nuestro día a día; porque es respetar la sabiduría ancestral a sabiendas de que acumula conocimiento y experiencia, es contrastar nuestra propia ignorancia antes de opinar, es preguntar primero y disparar después, es ser honesto al describir e interpretar la realidad, es erradicar prejuicios, defectos y vicios en nuestra razón que falseen la realidad, porque busca la justa medida de las cosas, la verdad.
Aparte de que la Naturaleza mantenga un diálogo con la Ciencia; me sugiere otra idea, u apunte. Los humanos no somos unos «ocupas» que nos situamos en la Naturaleza y exigimos que nos respeten? Por ejemplo, en las orillas de las barranqueras hacemos nuestras casas y la Naturaleza, un día, hace una limpieza e inunda las casas o nuestra ocupación… y los humanos protestamos, lamentamos, nos programamos accidentado y… hasta las Compañías de Seguros se abstienen de reparar «daños» o recompensarnos. En fin, me mantengo en mi idea, los humanos somos «ocupas» de la Naturaleza y nos clasificamos como víctimas, borrando nuestros pecados.