Es una evidencia sociológica que la UD Las Palmas es una seña de identidad canaria que nació en Las Palmas de Gran Canaria hace casi sesenta y siete años, de los cuales casi la mitad, treinta y uno, ha militado en la máxima categoría. Durante la segunda mitad del siglo XX, el equipo amarillo fue ganándose un prestigio de buen fútbol, que tuvo su mayor brillo a finales de la década de los sesenta y casi toda la de los setenta. Son leyenda los nombres de entonces, sobre todo los prematuramente desaparecidos Guedes y Tonono, junto a una serie de nombres canarios personificados en Germán Dévora, aunque los que vivimos aquella época podemos decir de corrido las alineaciones de los distintos periodos, que se unieron a la época de los argentinos, que se acomodaban perfectamente al fútbol pausado y técnico propio de nuestra tierra; también están en la memoria legendaria de todo un pueblo entrenadores que supieron entender la esencia del fútbol que aquella mítica escuadra practicaba: Vicente Dauder, Miguel Muñoz, Pierre Sinibaldi, y sobre todos ellos el faro de la epopeya, Luis Molowny, macerador de una selección juvenil campeona de España que fue más tarde la base de los días de mayor gloria del equipo y que él dirigió con mano maestra. Conviene recordar la historia para que se entienda que la camiseta amarilla, además de entusiasmo, merece respeto, un sagrado respeto.
Si la UD es un sentimiento amarillo y azul que abarca todo el archipiélago canario y lo trasciende, en Gran Canaria es un estandarte en el que se sienten representadas centenares de miles de personas, la isla entera, incluidas aquellas que no son muy futboleras. Todos recordamos a nuestras abuelas o madres, que generalmente nunca vieron un partido y desde luego no sabían lo que es un fuera de juego, que todos los domingos por la noche nos preguntaban «¿Cómo quedó Las Palmas?» Eso significa que la UD no es simplemente un equipo de fútbol. Es nuestra marca, que no ha surgido de un gabinete de diseño, sino del afecto depositado por muchas generaciones isleñas, especialmente grancanarias. La UD Las Palmas es la encargada de pasear por todo el mundo nuestro nombre, nuestras ilusiones y nuestra idiosincrasia convertida en una manera especialmente bella de jugar al fútbol, que medio siglo más tarde bautizarían como el tiqui-taca, cuando la Selección Española encadenó tres grandes títulos, y que, como bien señaló el director del diario deportivo As Alfredo Relaño, no fue un invento reciente porque ya jugaba así genéticamente la UD Las Palmas de los años sesenta.
Ha cambiado mucho el fútbol no solo en las canchas sino también en la estructura y organización de sus ligas y equipos; pero esas cosas son, la una estrategia deportiva, la otra burocracia. La UD Las Palmas sobrepasa todo eso; sigue siendo un símbolo identitario sin discusión posible porque no es racional; es un sentimental latido que forma parte de la alegoría y la respiración de una isla. No se puede pasar por encima de tanta memoria apasionada, y por eso hoy, cuando el equipo amarillo y azul vuelve a la Primera División, llamada hoy Liga BBVA, hemos vuelto a ver saltando al césped del Gran Canaria a todas aquellas leyendas que se forjaron en el viejo Estadio Insular. Dentro de otro medio siglo, las generaciones futuras rememorarán al entrenador Paco Herrera y a los Valerón, Viera, al «Chino» Araujo y a todos los demás jugadores actuales como la imagen congelada del último y definitivo ascenso. Para la ciudad y la isla tener un equipo en la máxima categoría supone una inyección ilusionante de moral, pero también es un impulso económico indudable, que vendrá a ayudarnos a combatir los desafíos económicos, laborales y sociales que tenemos delante y que, además, coinciden con el comienzo de una nueva singladura política, como bien han señalado, vestidos de amarillos, el alcalde de la ciudad y el presidente del Cabildo de Gran Canaria. Por encima de todo eso, que es sin duda muy importante, está el orgullo de una sociedad que hoy se mira de otra manera; ha subido su autoestima y sabe que el empuje de tantos años y tantos sueños ha conseguido un objetivo que nos une porque se lo debíamos a nuestra historia colectiva. La UD Las Palmas es la memoria de lo que fuimos y de lo que somos, y para el futuro es nuestro mejor logo, porque es la marca de nuestro corazón isleño. Gracias por el esfuerzo y felicidades.
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(Este trabajo fue publicado en el suplemento especial dedicado al ascenso de la UD Las Palmas en la edición impresa de Canarias7 del 22 de junio de 2015).
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