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Günter Grass o la explicación de Europa

Pocos escritores son tan imprescindibles como Günter Grass para tratar de entender lo que ha sido el siglo XX en Europa. Su gran novela El tambor de hojalata es la metáfora y la exhaustiva explicación de lo que ha sido, es y puede ser Europa, y por lo tanto también de lo que se evidencia como imposible. Esta novela es uno de los libros que ningún europeo debiera dejar de leer como todo latinoamericano debiera conocer Cien años de soledad. El autor estaba obsesionado con que los demás compartieran lo que para él era nítido y las distintas políticas culturales, económicas o militares siguen sin entenderlo. Los actuales problemas europeos son el resultado de que sus dirigentes no han leído El tambor de hojalata o la han leído muy mal.
hojalata.JPGAlemania no es solo la metáfora de Europa, es la columna vertebral de Europa, y Günter Grass era alemán, pero de una Alemania muy especial. Pertenecía al pueblo casubo, que ocupaba un territorio más extenso alrededor del puerto de Danzing, con una idiosincrasia propia pero con la lengua alemana como elemento común a otros terriorios alemanes. Porque no es lo mismo Baviera que Prusia, Sajonia que Casubia, Silesia que Alsacia-Lorena. Los estados del norte son luteranos y los del sur católicos, aparte de otras confesiones cercanas a las iglesias rusas en la Prusia Oriental. Y todo eso es Alemania porque habla la misma lengua, que es el elemento unificador, y es por ello que usan el concepto Reich, es decir, una nación más allá de los territorios. Por eso es tan importante El tambor de hojalata. Se entiende el gran drama alemán que es el de toda Europa, y ese niño que no crece es la metáfora de una Europa que no arranca. El ajuste de cuentas que se prolonga en otros libros suyos, especialmente en El rodaballo y Pelando cebolla, es otra manera de explicar todo esto, porque la apisonadora del cine americano ha mostrado una Alemania única, que no se entiende porque no existe.
Leyendo a Günter Grass podremos entender que, detrás de ese poderío económico e industrial, está la búsqueda de identidad como casi en ninguna otra nación europea. En los Balcanes la lucha es centrífuga, hacia afuera, pues hay distintas lenguas; en Alemania es centrípeta, hacia adentro, porque es la lengua casi lo único que tienen en común. Ese dolor profundo como nación sólo es comparable al que sigue latiendo en España después de nuestra tremenda historia reciente. Tal vez debiéramos tomar ejemplo de los alemanes, pero también es cierto que ellos saldaron todas las cuentas en su momento. El tambor de hojalata nos dice que podemos perdonar y hasta olvidar después de la justicia.
Las polémicas alrededor del autor que ahora nos deja son ruido (a veces ruido interesado). Está su obra, que sin duda figura en el podio de las imprescindibles para entender Alemania, Europa, el siglo XX y todo esto a través de las grandezas y las miserias de la naturaleza humana. Cuando en el futuro quieran saber de este tiempo y este espacio europeo tendrán que leer a Günter Grass. Su legado es su insoslayable obra literaria, y por eso en el día de su partida merece el mayor homenaje.
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(Este trabajo fue publicado en la edición impresa de Canarias7 del martes 14 de abril de 2015).

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El faro que alumbra pero que no se ve

Selena Millares es una intelectual en la acepción más clásica del término, puesto que jalonan su trayectoria la poesía, la narración, el ensayo y la docencia. Ahora publica una novela, que es una especie de conjunción de todas su capacidades, puesto que, aparte de ser una novela-novela, tiene elementos ensayísticos que son el resultado de la propia memoria y de una investigación tan larga como su vida, y no es ajena a la poesía en cualquiera de sus dimensiones. Hablo de la novela El faro y la noche, galardonada con el Premio Internacional de Literatura Antonio Machado 2014, que acaba de ver la luz, y que es sin duda un libro diferente, documentado y a la El faro y la noche 222.JPGvez imaginativo, realidad y ficción para hablarnos de lo grande y lo rastrero del arte -especialmente de la literatura- cuando el poder trata de acallar el pensamiento, que es casi siempre, con distintos métodos según la época. A veces el poder no es el político, puesto que hay otros poderes que a menudo esclavizan, y el amor no es el menor de ellos. De eso trata esta magnífica novela, que es tan profunda como ágil, pues presenta con aparente sencillez una complicada estructura que, gracias al dominio de los tiempos, resulta de una fácil lectura en la que, si no te detienes a valorar, piensas que es una novela lineal al uso.
Cuando mencionamos a la autora, por su apellido concluimos rápidamente que pertenece a la ya mítica y sin embargo viva saga de los Millares. Es así, y por ello la pregunta inmediata es si hablamos de la hija de uno de los poetas, de la pintora, del pintor, del músico, del dibujante… Y es que algunos Millares pueden ser varias cosas a la vez. Pero en esta novela vemos claramente que es nieta del profesor y poeta Juan Millares Carlo, que es a su vez rama del árbol Millares que no tiene fin. Los Millares son una familia con presencia permanente y destacada en la vida cultural canaria desde mediados del siglo XIX, y quizás antes a otros niveles, pero pudiera ser que Juan Millares Carlo fuese una especie de piedra angular que irradiara hacia el pasado, hacia su presente y hacia el futuro todas las características de una familia que ha vivido intensamente los miedos y los avatares de muchas oscuras o luminosas décadas de nuestra historia común. El faro y la noche 111.JPGLa novela tiene varios caminos, y se expande en distintas historias que coinciden en el miedo, la resistencia o la esperanza, no en el tiempo (Camile Claudel, Goya, El Corredera, la propia memoria de Antonio Machado…) El abuelo poeta, uno de los ejes de este libro, es uno de los grandes olvidados, pues recibe y emite luz pero nunca se le acaba de situar, y acaso por eso la novela de la que hablamos se titula El faro y la noche.
Esta novela no es y sí es una mirada a la historia de los Millares, no es y sí es un alegato contra las miserias y las virtudes que hay alrededor del arte y su incardinación social, no es y sí es una reflexión sobre el arte mismo, su pulso con la violencia, unas veces para combatirla y otras para alentarla. Estamos por lo tanto ante un texto importante, escrito por una Millares que habla de los Millares y con eso nos retrata a todos los que gozamos y sufrimos esta sociedad cainita y olvidadiza («pueblo chico, infierno grande» dice el refrán). Es una mirada interior y a la vez una perspectiva exterior, porque la autora ha tenido tiempo y espacio para mirarnos desde muy cerca y desde muy lejos. Un libro, en fin, casi inexcusable, sobre todo para quienes quieran entender este laberinto que es Canarias. No van a encontrar respuestas, pero sí surgirán interrogantes, y es saludable poner las cosas en cuestión, porque casi siempre las preguntas son una forma de rebeldía.

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Mary Sánchez, en el principio de todo

Mary Sánchez está ahora mismo realizando una serie de actuaciones con las que cierra una carrera de más de seis décadas de presencia en los escenarios. Ha cantado muchos géneros, desde las rancheras por Irma Vila con las que debutó (¡Qué lindo es Michoacán!) hasta los boleros, joropos y huapangos que trajo de América, sin olvidar sus incursiones en la canción ligera e incluso la revista, en una especie de representaciones cantadas que antaño se hacían en Las Palmas y que llamaban «Estampas». Tampoco es desdeñable su aportación al folclore puro y reglado de las isas, las seguidillas, las folías o las malagueñas.
MARY 15 AÑOS.JPGPero, con ser importante todo este largo, exitoso y duro recorrido, la gran importancia ya histórica de Mary Sánchez consiste en pertenecer a un escaso grupo de creadores que pusieron la primera piedra de lo que hoy llamamos «música de raíz», y que en los años 50 del siglo XX llamaban «canciones canarias». Junto a ella, hay dos pilares de aquel movimiento: Néstor Álamo en Gran Canaria y los Huaracheros en Tenerife. Nacía un tipo de canción que hablaba del paisaje, las costumbres, el mar, lo festivo, el trabajo, la emigración y, cómo no, el amor y el dolor.
Nació Mary Sánchez el mismo año en el que se cantó por primera vez en público Sombra del Nublo la ya mítica composición de Néstor Álamo, en la voz de Paquita Sofía, dentro del espectáculo denominado «Fiesta Típica», que se realizó en el Teatro Pérez Galdós en las navidades de 1934, con Néstor Martín-Fernández de la Torre y la Escuela Luján Pérez en la escenografía y el vestuario. Y es en ese mismo escenario en el que Mary Sánchez estrenaría tres lustros después una docena larga de canciones compuestas por Néstor Álamo y que hoy forman parte de nuestro imaginario popular. También en ese espacio tan unido a nuestra ciudad, esta noche Mary Sánchez volverá a cantar aquellas canciones que iniciaron un camino que llega hasta hoy y se proyecta hacia el futuro en muchas voces y estilos, pero que no habría sido posible sin aquellos pioneros, entre los que sin duda Mary es piedra angular.
MARY CON VARIAS.JPG

(Con Libertad Lamarque, Alfredo Kraus, Pepe Luján y Néstor Álamo)

Mary Sánchez no es una cantante folclórica, a secas; es una de las voces que prendieron la mecha de un tipo de canción en Canarias, que ha evolucionado en muchas direcciones, pero que tiene su origen en aquellos años ya míticos. La cantante es el referente de una época que llega hasta la actualidad. Gustará más o menos, pero lo que nadie puede negarle (y tristemente muchos que olvidan u ocultan la historia se lo niegan) es que sin ella la música de raíz en Canarias sería muy distinta, o simplemente no sería.