Publicado el

Literatura y ferias del libro

En muchas ciudades españolas, entre ellas Las Palmas de Gran Canaria, se celebra en estos días la Feria del Libro. Y el nombre está bien puesto, porque en un libro cabe todo, y en realidad tendríamos que llamarla Feria del Formato Libro, donde abarcan desde la filosofía más rigurosa hasta libros de chistes, pasando por sesudos estudios de matemáticas, biología o química, libros de autoayuda, recopilaciones de chismorreo o biografías de futbolistas de 25 años. Y los libreros se frotan las manos, y está bien, porque son pequeñas y medianas empresas que tienen que sobrevivir y hay muchas personas a las que les interesan los títulos que hacen buenas cajas.
imagen feriali.JPGEl caso es que estamos ante un evento comercial más que cultural. Porque una cosas son los libros y otra la literatura, la filosofía o la historia. El problema es que en las ferias las llamadas artes intelectuales son las parientes pobres, porque no pueden competir con volúmenes de otras estirpes. También es cierto que resulta muy difícil establecer la frontera entre lo que es literatura y lo que no lo es, porque los títulos que se venden mucho son casi el merchandising de una película, una serie de televisión o el último invento de las redes sociales, y pueden ser a la vez buena literatura; no es lo frecuente, pero a veces ocurre, porque incluso libros de prestigiosos nombres de gran mercado son considerados bet-sellers por los libreros, que nos presentan torres altísimas y escaparates repletos con la misma portada.
No todo lo que se edita encuadernado es literatura en la misma medida que no todo lo que sube a un escenario es teatro (ni siquiera arte escénica) aunque se venda como tal. Ignoro qué tirón tendría una Feria de Literatura, entendiendo esta en sentido amplio de temas y géneros, pero lo que sí está claro es que las actuales ferias del libro son el reflejo del mercado editorial, en el que el criterio que manda es el número de ejemplares vendidos, y así vemos cómo nos inundan con títulos firmados por estrellas de la televisión, actores graciosos o cocineros mediáticos. Con estas premisas, poco mercado tiene una novela, un poemario o un ensayo firmado por alguien que no es presentador de un noticiario, actriz o modelo de éxito o un nombre literario bendecido por las grandes editoras multinacionales. De toda esta confusión solo se puede sacar en claro que los libros son una cosa y la literatura solo un parte de los libros.

Publicado el

Literatura y mecanografía

El 26 de abril es una fecha con dos caras, una muy oscura que nos recuerda el bombardeo de Guernica en 1937, la primera bomba de hidrógeno en el atolón de Bikini o el accidente de Chérnobil (este día parece tener una fijación nuclear), y otra muy luminosa que nos recuerda que 1924 y 1931 fueron publicados El proceso de Kafka y Las olas de Virginia Wolf, aunque no fueran precisamente obras optimistas. Pero un libro siempre es una buena noticia, y ya que hablo de escritura y estamos en época de celebración del libro, me encuentro con que esta jornada tiene una referencia que es a la vez negativa y positiva, puesto que en una decena de países de América (en otros tantos la celebran en otras fechas) hoy es el Día de la Secretaria, una conmemoración muy curiosa y con claros tintes machistas, que tiene su origen en que fue un 26 de abril cuando, según la leyenda, la norteamericana Liliam Sholes utilizó por primera vez el prototipo de máquina de escribir que había desarrollado su padre, Christopher Sholes, inventor oficial del ingenio. Como la mayor parte de los inventos, siempre hay antecedentes, pasos y avances que van aportando detalles y resolviendo problemas hasta que finalmente se convierte en útil. Con la máquina de escribir ocurrió también, y hay distintas referencias de intentos desde al menos un siglo antes de ese 26 de abril de 1872 en que fue posible teclear directamente un documento en tipografía de imprenta.imagen-remington.JPG Su inventor vendió la patente a E. Remington, afamado fabricante de armas y máquinas de coser, que comercializó el artilugio y lo fue perfeccionando en sucesivas modificaciones, hasta que en 1878 consiguió el estándar que hoy conocemos y cuya disposición de teclado sigue siendo la que hoy tienen los modernos ordenadores.
Muy pronto el aparato llamó la atención de los escritores, que a menudo tenían muchos problemas con los editores porque estos no entendían bien su caligrafía e imprimían palabras distintas a las escritas con pluma. Al ser un invento norteamericano, los primeros en acercarse fueron los autores de allí, y parece ser que está generalmente aceptado que fue Mark Twain el primer escritor de prestigio que creó literatura en máquina de escribir, y el libro que se certifica como el pionero es La vida en el Mississippi, un volumen de memorias, puesto que ya sus más afamados relatos habían sido publicados mucho antes. Ocurrió lo mismo con León Tolstoi y Lewis Carroll, que se incorporaron a la mecanografía a finales de la década de 1880, y escribieron a partir de entonces sus obras mecanográficamente (Tolstoi dictaba a su hija), aunque, igual que Tom Sawyer, Alicia, Anna Karenina y Natasha Rostov habían nacido con letras escritas a mano antes de la comercialización del nuevo aparato. Mientras los escritores norteamericanos aceptaron casi de forma general la nueva manera de escribir, los europeos fueron más reacios. Pensemos que, por ejemplo, nuestro Galdós, podría haber mecanografiado la mayor parte de su obra, puesto que comenzó su actividad literaria por los mismos años en que se comercializó la máquina de escribir. El que se entusiamó con este avance hasta casi la obsesión fue el filósofo Friedrich Nietzsche, y en su caso sí que mecanografió dos de sus obras más cruciales: Así habló Zaratustra y Más allá del bien y del mal. Truman Capote decía de las malas novelas que eran solo mecanografía, aunque también lo son las buenas. Finalmente, el 26 de abril, con luces y sombras, tiene mucho que ver con la escritura literaria y filosófica aunque, todavía hoy, siga habiendo autores que, al menos en primer borrador, escriban a mano.

Publicado el

El libro como arma de rebelión

El 23 de abril es Día del Libro, pero algunos querrían que se celebrase el Día del Documento, del Pasaporte, del Título, del Contrato. Un solo papel, sin necesidad de encuadernación. No lo expresan, pero con sus actos vienen a decirnos que el libro es una antigualla inútil, también los que se leen en otros soportes, que las pantallitas se hicieron para juguetear o comunicar banalidades urbi et orbe. Incluso en la era de la informática, el mundo se va componiendo sobre papeles, está muy claro. No hacen falta libros para dejar que barcos llenos de inmigrantes se hundan sin ayuda; tampoco para dejar sin protección a los ancianos, sin medicinas a los enfermos y sin sanción a los usureros. No se necesitan libros para dejar sin techo a los deudores insolventes, sin trabajo a los desempleados y sin acogida a los que huyen de una muerte segura. zzzquijottt.JPGPor el contrario, un pasaporte, un permiso, una carta de pago o una receta tienen un poder inmenso, como si fuesen varitas mágicas. Un carnet puede establecer la diferencia entre poder o no poder disponer de tu propio dinero en un banco.
Para quienes tratan de combatirlos, los libros presentan dos problemas; el primero es que pueden transmitir reflexiones y enseñanzas, incluso desde el mundo de la ficción. la segunda dificultad es más grave: ejercita a la gente en pensar por cuenta propia, en comparar y por lo tanto en decidir por sí mismos. Y eso les supone un grave contratiempo. Se destierra de las aulas todo lo que sirva de adiestramiento intelectual; la filosofía, la historia, la literatura, las Humanidades en suma, son un inconveniente para establecer un pensamiento único. Se hace un test de selectividad con pruebas objetivas, que por lógica se referirá a datos concretos, pero no se evalúa la capacidad de reflexión y expresión del alumnado. No hace falta, en el mundo que se propone basta con hacer lo que se les diga.
En conclusión, con papeles tienes patente de corso para «dejar de hacer»; con el libro el mandato indirecto es el contrario: hacer. Esa es la causa por la que es tan fácil dejar de respetar los Derechos Humanos, dejar que haya esclavitud infantil, dejar que personas (especialmente mujeres) sean vendidas como ganado. De ahí viene ese odio secular de cualquier poder hacia el conocimiento, la imaginación y el debate. Nos engañan cada año declarando un Día del Libro, con El Quijote al fondo, al que ya tienen controlado y hasta domesticado; si faltaba algo, la Real Academia de la Lengua publica una edición mutilada (ellos dicen que resumida), por supuesto, con pasajes escogidos por el mediático Pérez-Reverte. Por todo esto, creo que sin libros volveremos a las cavernas. Feliz fiesta del Libro; pero no solo el 23 de abril, sino todos los días, porque los libros se me antojan como una de las pocas formas de rebelión, y la literatura la más eficaz.