La política y el poder han utilizado desde siempre tres instrumentos básicos: la fuerza bruta, el dominio económico y el control de la información y la comunicación. Tal es la importancia que este último apartado ha ido tomando, que hoy no sabemos si es más importante la potencia militar, la política económica o la estrategia de comunicación. Para los reyes nazaríes de Granada eran fundamentales las torres de aviso que iban pasando información con un lenguaje de espejos, y hoy la presencia y el apropiado uso de los medios determina en gran medida las cuotas de poder. Siempre se supo, pero desde la aparición de la prensa, y más tarde la radio, la televisión y otros medios, desde el cine y la fotografía hasta los hijos de Internet, la estrategia de comunicación es prioritaria (y no nos olvidemos del papel que han jugado los libros).
Y ahí entra el juego lo que unos llaman equilibrio, otros inteligencia y otros manipulación, pues los medios pueden usarse para informar o para desinformar. Lo primero que hizo Lenin al llegar al poder fue impulsar el periódico Pravda, y Goebbels utilizó la entonces novedosa radio para aplicar sus famosos 11 principios, con mucha eficacia, todo hay que decirlo, pues metió a una sociedad tan racional y práctica como la alemana en una realidad paralela que la mayoría creyó. De él aprendieron Queipo de Llano, los aliados, y todos, puesto que ya no se concibe una campaña presidencial americana sin un debate televisado entre candidatos, desde que en 1960 se realizara el primero entre Nixon y Kennedy (suele ganar las elecciones el que gana el debate).
El caso es que hoy no se hace ascos a ningún escaparate para llegar a la gente, y se asoman sin rubor a las portadas de medios supuestamente frívolos no solo cantantes famosos, actores atractivos o vendedores de bet-sellers, sino también políticos de toda laya, jefes de estado e incluso el Papa de Roma, cosa que tampoco es una novedad puesto que, en los albores de la radio, Pío XI encargó a Marconi que montase la Radio Vaticana (1931) porque conocía la importancia de la comunicación. Por eso, y aunque algunos se rasguen las vestiduras, que políticos españoles aparezcan en las páginas de una revista como Vanity Fair, con el mismo trato visual que se da a actrices glamourosas y deportistas millonarios, viene a ser la constatación de que el manejo de la imagen y la información es un arma política muy poderosa. Dicen que Churchill aconsejó a su sucesor en el poder británico: «Nombra un buen ministro de Economía y échate a dormir». En 2015 hemos visto que una estrategia de comunicación conveniente puede hacer que parezca bueno un mal ministro de Economía. Es la diferencia entre información y propaganda.
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