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La hipocresía y la desvergüenza

azxcFoto0104.JPGLa hipocresía es la conducta que trata de aparentar lo que no es. Supongo que nació en el mismo momento en que se manifestó el primer atisbo de inteligencia humana, y desde las culturas más antiguas fue criticada como contraria a la sinceridad. Al mismo tiempo, el mundo y los siglos de cultura se han construido también desde las apariencias, ocultando lo menos agradable y tratando de que lo que se viera fuese lo que la sociedad tenía como virtuoso en cada momento. Se decía, por ejemplo, que la mujer del César no solo debía ser honesta, también tenía que parecerlo. Las apariencias otra vez. Para convivir tratamos de combinar la sinceridad con una especie de hipocresía social, de otra forma estaríamos en conflicto permanente. Lo que ya no tengo claro es en qué punto estamos ahora mismo en este mundo, en el que se supone que hay que mantener unas posiciones lógicas y equilibradas, aunque solo sea con vista a los demás. Me da la impresión de que nos hemos quitado la careta, porque ya nuestra sociedad no oculta su clasismo, su racismo y la maniobras que antes no eran públicas. Hay 10.000 muertos por ébola en África y no pasa nada; se infecta una persona en España o en Estados Unidos y es noticia permanente en todos los informativos. Unos terroristas matan a docena y media de personas en Francia y el mundo se paraliza y se manifiesta en París con sus más altas personalidades a la cabeza; otros terroristas asesinan igualmente a 2.000 personas en Nigeria y no pasa nada, como tampoco pestañeamos con las docenas y docenas de muertos de cada día en atentados tremendos en Afganistán, Siria Irak o Paquistán. Los que mueren de hambre tampoco interesan. Es que ni siquiera se guardan las formas, y ya casi son recorrido turístico los sin techo que ha dejado la crisis en el Primer Mundo. Y los dirigentes (no solo los políticos, que también) siguen mintiendo, sabiendo que lo sabemos, con sus estómagos llenos y sus carísimos ropajes bien planchados. Si la hipocresía es mala, no sé qué decir de la desvergüenza y la insensibilidad.

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La voz lúcida de Albert Camus

imagencamus2.JPGPocas mentes tan lúcidas en el análisis de las culturas diferentes, sus fronteras y sus intersecciones como la de Albert Camus, que al ser argelino-francés (o francés-argelino) cobra autoridad en estos días, si es que ya no estaba sobradamente contrastada. Camus dijo muchas cosas, pero entre ellas hay varias que son determinantes para entender lo que está pasando en la vieja Europa y lo que tendría que pasar. Hablando en primera persona, el autor de El extranjero escribió: «No camines delante de mí, puede que no te siga. No camines detrás de mí, puede que no te guíe. Camina junto a mí y sé mi amigo». Hablando de los que esperan que las cosas se solucionen solas, dijo que la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas; es decir, los que no hacen nada y a menudo está prestos a criticarlo todo en la barra de un bar ayudan con su inacción real a que se instalen los manipuladores e interesados. Albert Camus, aunque parezca a primera vista que era pesimista, creía en el ser humano, en el que decía encontrar más cosas positivas que negativas. Pero, tristemente, también sentenció que la estupidez insiste siempre, y por ello hay que digerir, no vomitar; reflexionar, no apuntarse a lo que otros quieren oír.

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¿Existe el mal?

Un buen hombre que conocí hace años me dijo una vez: «Cada día me levanto con el propósito de llegar a la noche sin haber hecho daño a nadie». Por muy buena fe que hayamos puesto, alguien ha salido perjudicado por algo que hemos hecho, e incluso por algo que dejamos de hacer. Eso no es maldad, es la vida, porque nunca llueve a gusto de todos. Y pasar un día en que nadie sufriera el menor daño por su causa era para aquel hombre su día perfecto. imagenyinyan.JPGPor el contrario, me temo que también existen personas que cada día se levantan con el propósito (al menos inconsciente) de fastidiar a quien sea, el caso es que se note que están ahí, aunque sea de forma negativa. Sobre el mal, el bien, la bondad y la maldad hay docenas de teorías, ensayos y hasta corrientes filosóficas y religiones. El problema es que los significados de dichas palabras no son del todo universales, aunque hay unos conceptos básicos que generalmente tienen que ver con la supervivencia de la especie, tan básicos son. Es difícil entender que haya alguien, no que pueda hacer daño alguna vez incluso voluntariamente, sino que sea intrínsecamente malo, que anide en él la maldad, el deseo de dañar a los demás a todas horas. Hay psicólogos que defiende que sí, que puede haber personas así, que buscan sistemáticamente dañar, sin que padezcan ninguna enfermedad psiquiátrica, que son malvados porque sí; por el contrario, hay otros que aseguran que todo es fruto de las circunstancias y de la vida vivida por cada cual, y que cualquier persona digamos «normal» puede convertirse en un sádico en determinadas condiciones. No sé qué pensar, pero cuando veo que hay seres que traspasan hasta los slímites de la supervivencia de la especie, y su maldad los lleva hasta el punto de disponer de la existencia de los otros, estoy por creer que hay personas que sí, que son intrínsecamente malvadas. Es que si no es así no se entiende que estemos rodeados de tanto impulso destructivo.