Desde que existen tribus dominantes, imperios, revoluciones y contrarrevoluciones, el poder -cualquier poder- ha tratado de perpetuarse a toda costa, y quienes han ocupado la zona más alta no han dudado en usar todos sus recursos para controlar a los sometidos, aunque incluyera la destrucción física de estos. Las pocas veces que se invirtieron los papeles, el resultado fue el mismo. Hace más de cinco mil años que la Humanidad empezó a dejar por escrito su devenir colectivo (antes hubo sistemas simbólicos de escritura más ritual que intelectual), y vemos que siempre se repite la misma historia: dominadores y dominados. Los únicos animales que agreden por sistema son los que han sido adiestrados para ello por el hombre, porque hasta la fiera más letal ataca siempre porque tiene hambre o porque se ha invadido el territorio que garantiza su supervivencia. Solo el ser humano destruye incluso a su propia especie por motivos de poder, sea una nación contra otra, una clase sobre otra, una pandilla urbana para mantener su extraño dominio de una zona o una persona sobre un semejante.
El ser humano alcanza niveles de crueldad, violencia e insensibilidad como ningún otro, por lo que la conclusión es muy nítida: somos los depredadores más peligrosos del planeta. Por dinero -que es poder- dejamos que mueran enfermos con una cura posible, alentamos guerras que son un lucrativo negocio incluso después de acabadas y condenamos al hambre o la esclavitud a adultos y menores indefensos. A veces, el nivel de crueldad se maquina aunque de ello no se obtenga beneficio; el ejemplo de este último exponente terrorífico es poner apoyabrazos en los asientos de las paradas de transportes públicos; ¿para comodidad de los viajeros que esperan? No, para evitar que los sin techo puedan acostarse en los bancos cubiertos por una marquesina que los resguarde de la lluvia. Crueldad gratuita.
Un comentario en “El depredador del planeta”
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Todo un resumen de verdades lamentables. ¿Qué nos acechan? Mo. Las aportamos en diferentes variedades.
El mal radical lo llevamos bien arraigado.
Por eso caminamos amortajados hacia nuestro propio funeral (Walt Whitman), habiendo tantas posibilidades de movernos mientras tanto por senderos más entrañables.
Hay muchas diferencias entre humanos y bestias ¿Verdad?
Saludos cordiales.