A estas alturas, esta es una discusión inútil. El libro digital está imponiéndose porque las nuevas tecnologías lo permiten; y es verdad que tiene muchas ventajas, aunque se pierde la aventura del recorrido del libro desde las manos del autor hasta las del lector: editor, corrector, impresor, distribuidor, librero… Al leer en una pantalla uno tiene la impresión de que está en una escena de La Guerra de las Galaxias pero tampoco vamos a negar que los soportes han ido evolucionando desde que nació la escritura. Así que menos nostalgia, que estamos en el futuro, porque los de mi generación, y más en Canarias, hemos pasado del siglo XIX de nuestra primera infancia a viajar en el El Halcón Milenario. Hemos ido descubriendo, siempre con retraso, muchas cosas que eran habituales en el resto del mundo civilizado. De leer los periódicos de Madrid al día siguiente y ver partidos de fútbol en diferido cuando no había satélites, hemos pasado a leer periódicos extranjeros al instante sin movernos de nuestro escritorio, o en plena calle con una maquinita que sería cincia-ficción hace apenas unos años…
Pero he tenido un ataque de nostalgia, porque acaban de llegar a mi mesa dos libros recién publicados por sendos amigos. Todavía huelen a tinta, y el papel vibra entre el polvillo invisible de la guillotina. Ha sido un momento vuelta a la mitología del libro-objeto. Y es que en nuestra memoria tienen lugar de privilegio los instantes puntuales en que leímos la primera página de papel de aquellos libros que pasaron a formar parte de lo que somos. Pero tranquilos, ya se me ha pasado.
El contenido de los comentarios a los blogs también es responsabilidad de la persona que los envía. Por todo ello, no podemos garantizar de ninguna manera la exactitud o verosimilitud de los mensajes enviados.
En los comentarios a los blogs no se permite el envío de mensajes de contenido sexista, racista, o que impliquen cualquier otro tipo de discriminación. Tampoco se permitirán mensajes difamatorios, ofensivos, ya sea en palabra o forma, que afecten a la vida privada de otras personas, que supongan amenazas, o cuyos contenidos impliquen la violación de cualquier ley española. Esto incluye los mensajes con contenidos protegidos por derechos de autor, a no ser que la persona que envía el mensaje sea la propietaria de dichos derechos.