Mucho cuidado con los libros
Hay libros y libros, y la influencia de algunos en la Humanidad da vértigo. Libros como La Divina Comedia o El Quijote hacen cambiar la percepción del mundo, pero queda en eso, percepciones. Los libros que verdaderamente originan cambios profundos son los que determinan hasta los más mínimos comportamientos humanos, y son la mecha que durante siglos va excavando en las personas y los pueblos.
El judaísmo se sostiene en la Biblia hebrea, con otros libros adicionales como La Torá y El Talmud; el cristianismo en esa misma Biblia reciclada y aumentada con Los Evangelios, las Cartas, Los Hechos de los Apóstoles y El Apocalipsis; los musulmanes tienen como base El Corán, y así cada religión, sean El Libro del Tao, Los Vedas, El libro de los muertos o el Zend Avesta de Zatatustra (el zoroastrimo conserva más de un millón de seguidores en todo el mundo). Es asombroso cómo las distintas congregaciones que ahora surgen como esporas (son tiempos confusos, Sancho) tienen «El libro», y ahí están todas las respuestas, por supuesto, según el entendimiento de un lama, un chamán, un gurú, un obispo, un imán, un sumo sacerdote o un rabino. Y los libros son tan importantes que la Humanidad atraviesa el río del tiempo flotando sobre un libro. Se me dirá que sólo son los creyentes en la transcendencia quienes siguen esos libros. No sólo ellos, y ahí están El Capital de Marx o el Mein Kampf de Hitler, y son venerados como libros sagrados por sus seguidores los escritos por Escrivá de Balaguer, el Ché Guevara o cualquiera que convenza a un grupo de que es raeliano, de que ha hablado con alienígenas o que conoce la fecha del fin del mundo. Y hay que tener mucho cuidado con los libros que contienen ideas tenidas por verdades absolutas.
Por simplificar, diré que la RAE dice que la ética es el conjunto de normas morales que rigen la conducta humana, porque si nos metemos en harina podríamos estar un ratito largo y finalmente habría que llamar a Rubén Benítez Florido para que nos delimite todos los aspectos que se han desarrollado durante milenios de pensamiento. Pero volviendo a la definición de la RAE, que es como la fugaz proyección de muchos siglos de comportamiento humano, habrá que convenir que estamos en el apogeo de una ópera bufa que en lugar de risa da asco. Nos hablan de una sacrosanta Constitución que se pasan por el arco del triunfo artículo por artículo, y se muestran como representantes del interés colectivo. Mientras tanto, tratan de vender a una Caja de Ahorros una colección de pinturas que los técnicos valoran en 3 millones en 54. Sí, sí, han leído bien, cincuenta y cuatro, con todas las letras. Esta vez no coló, pero hemos perdido la cuenta de las maniobras similiares que sí han colado. Y estos, otros y los de más allá, siguen ahí, dando lecciones de ética, culpabilizando a las víctimas (nosotros) de sus desmadres, sin guardar la más mínima línea estética, como si las leyes no fueran con ellos. Los jueces que tratan de poner orden acaban en el banquillo de los acusados, hay fiscales que se comportan como abogados defensores de los corruptos, que son cogidos en contradicciones y mentiras monumentales y a nadie se le cae la cara de vergüenza. Ya conocemos a Alí Babá, pero cuento los ladrones y me salen más de cuarenta.