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Poder y cultura

Hay quien confunde el poder con la política, y quien mezcla ambas con la corrupción intelectual. La deducción es evidente: un artista o un intelectual debe ser independiente, es decir, honesto consigo mismo, con sus ideas y su manera de concebir la sociedad en que vive. Esto nada tiene que ver con el poder, sino con la reflexión y la creación. Y no hay corrupción en el artista o creador que en determinado momento ejerce una acción política, porque es la suya, porque coincide con su manera de pensar. Y ahí termina toda relación, pues si esto se hace en función de beneficios personales que puedan lograrse posteriormente empieza a entrarse en el callejón sin salida de la corrupción. Entonces sí. Hay, además, creadores e intelectuales que se mueven en la política activa, más allá de la reflexión o la crítica, y esto se ha visto más en América, donde grandes creadores fueron revolucionarios, diputados, embajadores e incluso presidentes: José Martí, Rubén Darío, Pablo Neruda, Octavio Paz, Rómulo Bethencourt… Vaclav Havel fue presidente de la República Checa, Rafael Alberti, Carlos Barral, Ortega y Gasset, Pérez Galdós y tantos otros fueron diputados, Federico García Lorca recorrió media España promocionando el teatro clásico con su «Barraca», pagada por el gobierno de la II República, que también sufragó un ambicioso poyecto de bibliotecas ambulantes para llevar la lectura a los lugares más ignotos de España y que dirigió el dramaturgo Alejandro Casona. ¿Eran corruptos y pesebristas todos estos?
zzzohhhFoto0757.JPGPor ello, hay que ser cuidadoso, porque casi siempre son más corruptos quienes esperan calentarse a cualquier sol, y no acabo de fiarme de los artistas e intelectuales que dicen a boca llena que la política no va con ellos. Claro que va, los intelectuales son tan políticos como los diputados, y si no que se dediquen a otra cosa, pero hay que ser coherente, pensar en colectivo y no acercarse al poder para medrar sino para sacar adelante un proyecto, siempre que coincida con la idea que el intelectual tiene. Los que no quieren saber nada de política son los que solo piensan en sí mismos y esa es la mayor corrupción que existe.

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La dictadura democrática

zzFoto0758.JPGCuantos más mitos pongamos alrededor del poder más nos alejamos de la democracia. Los mitos han sostenido el poder desde los dioses asirios y babilónicos, las deidades griegas y romanas, el César convertido en dios y las monarquías medievales cuya legitimidad se hacía provenir de Dios y que convertía a los reyes en seres extraordinarios, inviolables y superiores. Con la Revolución Francesa este edificio mitómano se vino abajo en la teoría, pero en la práctica se transformó, pues luego vinieron Napoleón, Hitler, Stalin, Mao y muchos poderosos demócratas que a la postre han hecho tanto daño a la libertad y a la democracia como los tiranos etiquetados. Lo mitos de la divinidad que derramaban autoridad sobre algunos mortales escogidos se sustituyen por otros, si bien la religión sigue alimentando la mitomanía en tiranía o en democracia. Me dan miedo estos tiempos, supuestamente democráticos, en los que se milita en el nacionalismo a ultranza, en la suprema unidad de la patria, en el ecologismo irracional o simplemente en un tipo de música que crea maneras de vestir, y se materializan distintos «pensamientos únicos» (el que no piense como yo está en el error o es un traidor). Acaso hayamos llegado a lo que hace una docena de años se dio en llamar dictadura democrática.

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La historia nos pasa por encima

zzDSCNr4166.JPGDe repente, es como si toda la historia se nos echara encima. Estamos ya en el siglo XXI y no nos cansamos de repetir que el novecento fue una grosería, una exhibición de canibalismo físico, psíquico, intelectual, social y de toda índole. Y mira que fueron crueles los pueblos caldeos, brutos los vándalos, sanguinarios los mongoles y vengativos los maoríes, pero al lado del exquisito, tecnificado y culto siglo XX se quedaron pequeños, pues nunca el hombre fue capaz de generar tanto horror, tanta miseria y tanto abuso. Cuando tomamos las doce uvas del 31 de diciembre del año 2000 pensé que, por fin, todo eso quedaba atrás, y hasta quise creer en eso de la era de acuario que tanto aventaban los charlatanes que nos llenan el zapping por las noches. Ahora Europa vuelve a ser la de Otón I, la de Carlomagno, la de Juan Sin Tierra, con Inglaterra jugando al desmarque, la de las guerras de religión de Carlos V, la del poderoso imperio alemán, que antes amenazaba con divisiones acorazadas y ahora nos apunta con el Bundesbank. Y al fondo, como siempre, el Vaticano.