Hace 60 años que se estrenó Bienvenido Míster Marshall, una de las películas que coronan el Olimpo del cine español y europeo, y que, considerando la época en que se rodó, las dobles y triples lecturas que tiene y la férrea censura que en aquellos años estaba en su apogeo, uno se pregunta cómo es posible que semejante bomba de pensamiento libre y a la contra se hiciera realidad.
Cuando hablamos de su director, Luis García Berlanga, tenemos que situarlo en un contexto europeo muy especial. Hacía películas que supuestamente eran costumbristas y muy apegadas a la realidad española de entonces, y al mismo tiempo se inserta en una universalidad neorrealista, pues el aire de su cine de los años cincuenta y sesenta (especialmente la primera década) tiene la potencia visual y verbal de Lattuada, De Santis y hasta de Rossellini, solo que con el desparpajo e ironía de Vittorio De Sica, que parece esconder pero que muestra una sociedad que sufre y que a la vez se siente capaz de burlarse de sí misma.
Bienvenido Míster Marshall, forma parte de un ramillete de películas que abarca diez años inigualables del cine español (19153-1963), junto a Plácido y El Verdugo del propio Berlanga, Calle Mayor y Muerte de un ciclista, de José Antonio Bardem, y Luis Buñuel derramando talento por donde quisieran producirle películas como Nazarín, Él, Viridiana o El ángel exterminador. Berlanga, Bardem, Buñuel, por eso los historiadores suelen decir que entonces el cine español se escribía con B.
Mientras Buñuel se movía por México, Estados Unidos y Francia, Bardem y Berlanga se defendían como gato panza arriba en un espacio sitiado por la dictadura, diezmado por la censura y sin capacidad económica. Escribían guiones a cuatro manos, uno detrás de otro, y la mayor parte quedaba en el cajón. Cuando no era un censor taimado era la falta de financiación. Así que, sacar adelante un proyecto como Bienvenido Míster Marshall entra casi en el territorio del milagro.
Años más tarde, cuando la sociedad Berlanga-Bardem se hizo menos continua porque el segundo consiguó, por fin, dirigir sus propias películas, Berlanga formó un nuevo tándem con Rafael Azcona, que iba para novelista pero se metió en el mundo de los guiones pensando que sería por una temporada y que finalmente se dedicaría a la novela, pero la vida lo arrastró y de ese modo surgió uno de los guionistas más lúcidos de nuestro cine, y que tendría sus momentos cenitales asociado a Berlanga en películas como Plácido, El verdugo o La escopeta nacional. En contra de lo que mucha gente piensa, no todas las películas de Berlanga tienen guiones de Azcona, si bien trabajaron mucho juntos en proyectos que nunca se filmaron, o quedaron aplazados, como un guión de 1956 titulado Tierra de nadie, que era imposible filmar en el apogeo de la dictadura porque trataba la guerra civil desde la comedia más disparatada. Este proyecto pudo al fin realizarse en 1985 con el título de La vaquilla. Azcona también es el autor de guiones memorables para otros cineastas, y botones de muestra son Belle Époque, La lengua de las mariposas, ¡Ay, Carmela! o La niña de tus ojos.
Todo esto para decir que es un error muy extendido creer que Azcona fue guionista de Bienvenido Míster Marshall. No, el guion es de Juan Antonio Bardem y de Berlanga, y su tono cómico (fue aclamada como comedia en Cannes) es una pátina para expurgar el retrato del dolor de una España gris y desilusionada. Los americanos pasan de largo por el pueblo de Villar del Río, que se queda compuesto y sin visitantes, que es cuando el alcalde, un surrealista Pepe Isbert, se dirige a ellos con el discurso político más repetido de este país: «Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la voy a pagar». Era la metáfora de una gran decepción, porque España había sido el único país europeo que quedó fuera del European Recovery Program, un plan norteamericano impulsado por el General Marshall, a la sazón Secretario de Estado de Harry Truman, destinado a la reconstrucción de una Europa arrasada por la II Guerra Mundial (EE.UU. necesitaba levantar Europa para tener mercado), que se valora hoy en 13.500 millones de dólares, mucho dinero hace sesenta años. Funcionó durante el cuatrienio 1947-51 y se anuló cuando los enormes gastos de la guerra de Corea obligaron al tesoro norteamericano a suspender las ayudas que en principio iban a continuar y que posiblemente habrían alcanzado España. Hasta en eso hemos tenido mala suerte.
La película es una metáfora del aislamiento de España, una crítica mordaz en clave de comedia que dejaba desnudo al régimen, por lo que resulta casi inexplicable que burlase la censura y consiguiera financiación. Hay quien dice que eso le costó el puesto a los censores de turno, y otros que el régimen abrió la mano para dar una imagen de que en realidad no eran tan malvados. En cualquier caso, estamos ante una de las grandes películas de la historia del cine, una obra maestra.
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(Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición impresa del periódico Canarias7 de las Palmas de Gran Canaria el miércoles 4 de septiembre).
6 opiniones en “Berlanga, Azcona y Míster Marshall”
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Estoy de acuerdo. Nunca he podido comprender cómo se permitió ese discurso al que aludes, si Isbert era la estampa perfecta de Franco, en su físico, en sus gestos…
En mi lista de películas, esa es una de las primeras, sólo detrás de «Casablanca» y quizá «El Padrino».
Sin embargo, me permito aludir a otra que siempre me resultó genial: «La caza», de Saura, que a mi juicio merece un artículo aparte por todo lo que encierra. ¿Te acuerdas de aquella inquietante banda sonora de un piano y los cascabeles de los hurones?
No comento, pero a su artículo quiero añadir una anécdota. Cuando años ha, el CineClub Universitario de Las Palmas, creó un Festival de Cine (denominado y dedicado a «Nuevos Valores»), fué invitado como Jurado D. Luis García Berlanga, que los miembros del Jurado, designaron o eligieron como Presidente. Anecdótica, y realmente, el Sr. Berlanga visitó la Ciudad, y estuvo cerca de 10 días en Las Palmas -hospedado en el Hotel Metropole- y vino acompañado como «secretario particular» de D. Rafael Azcona. En los momentos en que el Sr. Berlanga no actuaba como Jurado, dialogaba con el Sr. Azcona, -quién siempre iba con una libreta donde anotaba comentarios e ideas- sobre escenas de un guión cinematográfico, que años más tarde, -con variaciones- se convirtió en la película «La vaquilla».
Gracias por la participación. La verdad es que esa época del cine da para mucho. Yo tengo a esta como una de las grandes películas de la historia del cine, pero, lo mismo que con novelas o canciones, es complicado establecer un ránking, porque hay tantas y tan buenas que no acabaríamos. dejando aparte Casablanca que es anterior y el Padrino que es más reciente, en los últimos años 40 y en los 50 hubo un derroche de talento cinematográfico por todas partes: El ladrón de bicicletas, Al este del Edén, La jungla del asfalto, Strómboli, Muerte de un ciclista, La ley de silencio… Qué se´yo. Todas geniales.
Cuando se habla de Cine, siempre señalamos títulos que constituyen como una lista de mandamientos, -más de 10- que damos por aceptados, pero… en el fondo de nuestro pensamiento hay títulos, o películas, de las que guardamos un sentimiento que hasta nos avergüenza nombrarlas, porque despertaríamos el comentario, o la burla, de quién las oye.¿No? Claro que una cosa es hablar de la Historia del Cine y otra de nuestros gustos.
Esto es cierto, amigo Manuel, y siempre suena aproximadamente la misma lista: Casablanca, El padrino, La Dolce Vita… Y son magníficas películas, de eso no hay duda. Pero es verdad que cuando alguien dice que le encantan otras películas, hay sonrisitas, porque pueden no ser del gusto general. ¿No has visto esa reacción cuando se habla de Doctor Zhivago, de Muerte en vencia o de, por qué no, Sonrisas y lágrimas?
Pués, yo confieso, la película de la que guardo un buen recuerdo, es «O.K. Nerón» una parodia italiana de la versión «Quo vadis?» americana, que incluso utilizó los decorados para hacer su versión,y con figuras como intérpretes: Vittorio de Sica, Brigitte Bardot, Walter Quiari… Y con respecto a «Casablanca» recuerdo que el grupo de amigos, -compañeros de estudios en bachillerato- salimos decepcionados y, aún hoy (e intimamente)trato de entender su status de totem cinematográfico. En fin, un comentario sin trascendencia, pero… Su afición al Cine aflora en sus escritos, claro, que en una época era, el Cine, nuestro botellón, ¿no?