Con la muerte no se juega
Impresionado todavía por la magnitud del accidente ferroviario en Galicia, me cabrean los comentarios, las insinuaciones y los jucios paralelos que empiezan a circular. En cuanto a las causas, es obvio que solo hay tres posibilidades: atentado, fallo mecánico o error humano. Descartado el primero, se abre un abanico, porque como es evidente que el desencadenante final fue que duplicaba la velocidad permitida, caben varias opciones para determinar la razón por la que iba tan rápido: imprudencia del maquinista, fallo del sistema de frenado, despiste en los operarios que el mismo día había revisado el tren… Todo eso está por determinar por quienes tienen ese cometido, y mientras tanto no se puede juzgar a nadie a la ligera, cosa a la que en este país somos tan propensos.
Y después tampoco, porque para juzgar estas cosas los estados democráticos tienen un sistema judicial, que en este caso se apoyará en los datos técnicos que aporten los investigadores. Me da escalofríos cuando escucho decir que a tal o cual reo hay que aplicarle un castigo ejemplarizante; no, hay que aplicarle la ley, sin más. Ejemplarizantes eran las hogueras de la Inquisición, que quemaban en público a los contenados para que la gente viese a lo que se exponía. Todo delito, por terrible que sea, tiene una sanción en el código penal, y esta no es ejemplo de nada, y menos cuando se supone que se trata de rehabilitar al condenado.
También estoy viendo venir a los charlatanes, agoreros y manipuladores de lo irracional, que empezarán a sumar los números de la fecha del accidente, que dirán que la Luna aparecía rojiza días atrás o que la constelación de las Perseidas estaba a no sé cuantos grados sobre el horizonte. Se amparan en que el accidente ha ocurrido en Santiago de Compostela (Campus Stelae o Campo de la Estrella) la víspera de Santiago, y encontrarán signos en la hora de desastre y hasta en el segundo apellido de la suegra del ingeniero que diseñó el tren. Todo mentira, ha sido una desgracia, y las razones del destino de cada uno están fuera del control de cualquier charlatán. Ha sido un gran desgracia, y solo cabe la solidaridad y el apoyo, y el que quiera jugar con estupideces esotéricas que alquile una película de zombis, porque con los muertos de verdad no se juega, solo cabe el mayor respeto para ellos y para el dolor de sus familias.