Bárcenas y los euromillones
La secuencia del proceso contra Bárcenas es muy parecido a la quiniela primitiva, la bonoloto y, en este caso, por lo del dinero en Suiza, a la del euromillón. Primero eran diez millones, luego se convirtieron en veintidós, ahora va por treinta y ocho y no podemos estar seguros de que el bote no siga acumulándose. En cada paso, en cada declaración, en cada exclusiva mediática aparecen nuevos millones y la cifra se va hinchando como la del sorteo del gordo de la primitiva. De vez en cuando, en la lotería real, hay un elegido de la fortuna y se lleva toda la recaudación de semanas e incluso meses, y vuelta a empezar, poniendo botes uno encima de otro; en el caso Bárcenas, uno tiene miedo de que un papel a destiempo, cualquier actuación que contraviene una ley de la que ya nadie se acordaba o un error estúpido hagan que ese dinero se volatilice y todo quede en nada, y así ni bote ni premio, ni millones. Con lo de Urdangarín ocurre algo parecido, e incluso con la trama Gürtel, van y vienen cifras, cobros ilegales, facturas extrañas y al final puede ocurrir que sea la palabra de uno contra la de otro, y nadie cobrará el premio (en este caso el castigo) porque no está claro que el boleto sea correcto. Y en este momento de crisis económica, resulta que vivimos la fanfarria indecente de esa lotería corrupta que no sabemos si finalmente se cobrará.