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Los peligros de la mitificación (*)

Se suele decir que cuantos más mitos pongamos alrededor del poder más nos alejamos de la democracia. Los mitos han sostenido el poder desde los dioses asirios y babilónicos, las deidades griegas y romanas, el César convertido en dios y las monarquías medievales cuya legitimidad se hacía provenir de Dios y que convertía a los reyes en seres extraordinarios, inviolables y superiores. Con la Revolución Francesa este edificio mitómano se vino abajo en la teoría, pero en la práctica se transformó, pues luego hubo un Napoleón. Los mitos de la divinidad que derramaba autoridad sobre algunos mortales escogidos se sustituyen por otros, si bien la religión sigue alimentando la mitomanía en tiranía o en democracia.
zPICTb0097.JPGY me refiero a los estados occidentales, supuestamente racionales y laicos, que se acogen al cristianismo en sus diversas ramas y que explotan la culpabilidad como elemento muy productivo para el poder. Obama pide que Dios salve a América, en Inglaterra es a la reina a la que hay que salvar y en todas partes se invoca un mito, que a veces es terreno, pero un mito. El marxismo también fue un mito cuasi religioso en la Rusia stalinista. No no sé si Dios creó al hombre, pero el hombre ha creado a Dios según le ha convenido en cada momento. Y esos símbolos dan miedo. La convivencia debe regirse por normas democráticas, pero cuando sacralizamos palabras y conceptos como pueblo, bandera, democracia, constitución, estatuto, himno… Entonces estamos convirtiendo en mito lo que es simplemente un instrumento práctico, terrenal y necesario. Estos tiempos dan miedo porque cada día se aplica con mayor rigor la frase de Jesucristo «El que no está conmigo está contra mí», que es una de las pocas cosas que no me gustan de los Evangelios (no se confundan, no hablo de religión).
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(*) Qué curioso que la palabra mitificar significa crear mitos, y mistificar es engañar, con solo una S de diferencia.

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Mover la pelvis

zMegan_cuerpos[1].jpgYa sabemos para qué se han montado las megaempresas de la comunicación. Es evidente que para retransmitir fútbol y para cotillear sobre los personajillos sin oficio ni beneficio que pululan por la prensa del corazón. Eso es lo que produce audiencias y por lo tanto dinero, y nos dicen machaconamente que eso es lo que el público quiere, pero no es así, porque el día que se empeñen en que veamos en hora punta un documental sobre la cría de gusanos de seda, pues a lo mejor lo vemos. Así que este furor televisivo del fútbol y el cotilleo es inducido, y produce por lo visto mucho dinero, que pagamos todos, porque proviene de la publicidad y esta se incluye en el precio de las cosas. Aunque usted no vea los programas del corazón o los partidos de fútbol, cada vez que compra un yogourt o una camisa, indirectamente está contribuyendo a mantener la orgía de pasta indecente que cobran unos y otros. Y como son fuente de un gran negocio mediático, se pagan cifras astronómicas por un futbolista, y se le mantiene el ritmo de la estupidez a las dos docenas de belillos y mentecatos que se casan, se divorcian, se lían y se deslían. De manera que el futuro está en mover bien la pelvis, bien sea en una cancha o en una cama. La universidad, para los desgraciados sin visión.

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Amanece

zzamaneciendo-playa-mar[1].jpgCada día nos levantamos con la idea de que es un día más, un fastidio, tenemos que ir a trabajar y aguantar hasta que volvamos a casa. Pero no es así, cada día es un regalo, algo con lo que no contábamos (o no debiéramos) y que sin embargo está en nuestras manos para que lo usemos. José Luis Cuerda hizo hace unos años la película más fantástica y curiosa del cine español en varias décadas; me refiero a Amanece, que no es poco, que pasa por ser un disparate. Y resulta que no, que aunque es muy divertida, es una película muy seria, hasta el punto de que el sol acaba saliendo por el oeste, cosa bastante irregular y contra natura, pero sale, que es lo importante, y en esa escena se resume toda una filosofía de vida, el famoso carpe diem de los latinos, vive el momento, porque mañana lo mismo el Sol no sale por ninguno de los puntos cardinales; y aunque salga por el oeste, amanece, que no es poco.