Amstrong, esa gran decepción
En la Grecia clásica, los deportistas debían ser un ejemplo para el pueblo, pues no solo eran los atletas más laureados, sino que servían como espejo en el que mirarse por sus virtudes humanas. Un atleta ganador debía ser considerado con los derrotados y exhibir un enorme respeto por el don que los dioses le habían confiado en su fuerza, su deztreza y su inteligencia. Desde que el deporte empezó a mezclarse con el dinero ya nada fue igual; tampoco cuando hace revoltijo con la política, y ejemplos de esto hay en los Mundiales de Fútbol de Argentina y mucho más en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, que fueron un espaldarazo al nazismo. La gran figura de aquellos juegos, el atleta norteamericano Jessie Owens, fue una bofetada para Hitler, pues el dictador no esperó a la entrega de medallas porque un atleta negro había derrotado a los rubios arios que él consideraba superiores en todo. Ahora, el deporte de élite es un asunto multimillonario, se pagan fichas y sueldos irracionales y es un gran negocio. Al menos, los privilegiados deportistas que están en la cima deberían tener respeto por ese don, como los atletas griegos, porque deben ser un ejemplo para las nuevas generaciones. Se ha dicho siempre que los niños no aprenden, imitan, y los adolescentes también; mal ejemplo es la soberbia de Cristiano, la mala educación antideportiva de Messi, la marrullería de Mourinho, la imagen de parranda nocturna de Romario o Ronaldinho, la violencia verbal y fisica en la cancha que luego se airea en todas las televisiones. Pero de todo ello, lo peor es la corrupción, el dopaje, la trampa, y desde luego Lance Amstrong es justamente lo contrario de lo que se debe imitar. La gloria falsa de siete Tours es hoy una gran decepción. El deporte ha sido víctima de la egolaría y el dinero fácil. Qué pena.