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La semiótica de dimitir

La semiótica, una de las varias ciencias que tratan de estudiar los lenguajes, esparce teorías a menudo contradictorias, aunque generalmente se basan en procesos experimentales. No hace mucho leí que en un congreso de especialistas en la materia una de las ponencias afirmaba que tener una determinada lengua materna incide en la manera de pensar y por consiguiente de actuar. Esto, que vale para las personas, vale también para las colectividades, y así establecía diferencias de mobiliario mental para los alemanes, que hablan una lengua que tiende a lo estático porque que se declina, para los anglosajones, cuya lengua se distingue por ser eminentemente práctica, y para los latinos, que tienen lenguas riquísimas y muy flexibles. Es decir, el alemán fuerza al cerebro a unos comportamientos que son los que han hecho que en los últimos siglos la mayor parte de los grandes filósofos o músicos z076Foto0487.JPGhayan sido de lengua alemana, y la manera práctica en que construyen su pensamiento los británicos los hizo muy poderosos (ahora los han heredado los norteamericanos), mientras que los países de lenguas latinas se pierden en el maremágnum de su prosa florida. Puede ser, y a lo mejor es por ahí por lo que en Gran Bretaña se conjuga con rapidez el verbo dimitir cuando hay una metedura de pata. En España nadie dimite, porque la conjugación verbal ofrece tantas alternativas, que permite a los malabaristas transformar en subjuntivo un indicativo, un pasado en un futuro y un imperativo en algo que ni siquiera es verbo. El Director General de la BBC ha dimitido porque uno de sus programas derrapó; en España es que ni se lo habrían planteado, y como mucho, en lugar de dimitir, el máximo responsable habría cesado a alguien más débil. Todo esto se junta con los galimatías jurídicos (que tienen mucho de manejo del lenguaje) y al final resultará que, por el caso del Madrid Arena, en lugar de la alcaldesa cargará con el mochuelo uno que pasaba por allí y que no se sabe muy bien qué hacía. Un caso paradigmático en Canarias ha sido el asunto de Tindaya, que si uno intenta explicarlo acaba perdiéndose en un rosario de empresas, decretos, denuncias, resoluciones y papeleo que, como alguien se descuide, sin comerlo ni beberlo puede hacerlo responsable de lo de Tindaya, del temporal de suroeste y hasta de la muerte de Manolete. Debe ser cosa de la semiótica, porque aquí los verbos los carga el diablo.

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Don Joaquín sabía pensar

Aunque sé que don Joaquín Artiles odiaba los lugares comunes, el tiempo pasa volando y parece que fue ayer el día que emprendió el gran viaje. Han pasado veinte años, y todavía lo recuerdo en el centro de su biblioteca, sentado como un almirante que gobierna las naves encuadernadas de las miles de ediciones que pasaron por sus ojos y conservaba en la memoria. Dicen que cuando hay que relatar los méritos de alguien es que no eran tan evidentes, y por eso no creo necesario enumerar otra vez su valiosísimo paso por la literatura, fuese medieval o contemporánea. Para cualquiera que tenga un básico conocimiento del devenir cultural y educativo de esta tierra basta con pronunciar su nombre y ya queda claro que hablamos de una figura mayor, incuestionable y que dejó una huella. La poesía en castellano se ve distinta desde que él indagó entre sus versos, y también la canaria, pues acompañó con su crítica y su consejo a todas las generaciones con las que fue contemporáneo.
zjoaquin_artiles_santana-2 copia[1].jpgLo visité por primera vez para hacerle una entrevista. Ya estaba en sus últimos años y quería seguir sabiendo lo que ocurría, así que me emplazó para que lo visitase de nuevo. Yo procuraba distanciar las visitas, porque no quería importunarlo, y él siempre me reprendía porque siempre hacía demasiado tiempo desde la última vez. No es que tuviera especial predilección por mis visitas, es que tenía necesidad de saber de primera mano qué se escribía, qué se hablaba, y supongo que habría muchas más personas que, como yo, acudían con las novedades y a cambio conseguían sin proponérselo escuchar sentencias que más que de un hombre parecían proceder de un oráculo.
A pesar de que la luz llegaba cada día a sus ojos con menos brillo, procuraba leer todo lo que podía. Cuando publiqué una novela de más de doscientas páginas, se la llevé como obsequio, tal vez con el propósito de que un libro mío figurase entre los valiosos ejemplares de su biblioteca. Sabiendo de sus dificultades visuales, nunca pretendí que leyese aquel libro tan voluminoso a través de una máquina que le hacía de lupa y agrandaba las palabras una a una. Leer así es un trabajo hercúleo, y yo pensaba que era adecuado para leer un poema de veinte versos o como mucho un artículo periodístico, nunca una novela. Mi sorpresa fue que la leyó con detalle, y en la visita siguiente me comentó sus impresiones y hasta recabó algunas notas que había tomado. Por eso sé que aquella novela tiene entidad, porque sé también que, de no haberla tenido, don Joaquín me lo habría dicho.
zperfilg[1].jpgCada visita era como asistir a una lección magistral. No es que diera conferencias, hablaba poco, pero con una precisión como he visto muy pocas veces. No necesitaba largas parrafadas para poner las cosas en su sitio. Una de las lecciones que aprendí de él es que en los artículos periodísticos lo más importante es saber pensar. Se supone que quien escribe conoce las reglas de la gramática y escribe con corrección, y que domina el asunto del que trata su artículo. Pero eso no basta, decía él, porque puedes ahogar con demasiada información al lector, que no puede seguir el hilo de lo que trata de contarle el articulista. Por eso él aconsejaba que es importantísimo saber pensar, y como ejemplo ponía a Ortega y Gasset, autor de gran influencia que escribió gran parte de su obra en los periódicos. No es que Ortega no tuviese ideas, las tenía y muy brillantes, pero esa clarividencia hay que transmitirla, y no basta una prosa fluida, es necesario acompañar el pensamiento del lector: saber pensar. Y lo mismo decía de un autor tan denso como Nietzche en sus libros. Es por eso que vemos documentados trabajos escritos por autores especialistas en la materia, que además escriben con corrección, pero se nos atragantan porque no conseguimos seguir el hilo de su pensamiento. Sobra decir que don Joaquín sabía pensar, y este consejo he procurado llevarlo a la práctica con mejor o peor fortuna, porque he visto que tenía razón. Por eso la gente compra periódicos para leer determinada firma, no porque diga cosas más importantes que otros, sino porque sabe pensar.
La enorme figura literaria de don Joaquín no puede ocultar su gigantesca labor como dinamizador de la enseñanza secundaria. Basta contar los institutos (uno masculino y otro femenino) que había cuando él llegó al cargo de inspector y los que dejó cuando se jubiló. Su labor en este campo fue inmensa y si no se mira bien no nos percatamos de su importancia, porque ahora el alumnado de secundaria tiene un centro de enseñanza a tiro de piedra de su casa. Esperemos que esto, como tantas cosas, no se pierda, porque es el resultado del esfuerzo de muchas personas, la primera don Joaquín Artiles.
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Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del día 31 de octubre)

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Rostros de amianto

La frase que más he escrito en el último año es que estoy harto de que nos tomen por tontos. Pero es verdad, y encima pretenden que aplauda, cuando ni siquiera tienen el decoro de mantener las formas. Ya van a saco. Siempre se ha dicho que la mujer del César no solo debe ser honesta, también debe parecerlo, y el colmo de la indignación llega cuando sabemos que pretenden cerrar la unidad de cirugía cardiaca en el Hospital Materno Infantil. Se da la circunstancia de que hay un programa de la UE destinado a disminuir la mortalidad infantil en el que dicha unidad serviría como centro de de salvación para niños de los países de la África vecina. zVIOLETA 2er.JPGParece ser que incluso ha llegado dinero para eso. Y la cierran, porque el coste anual es de un millón de euros, cifra que es una nimiedad cuando hablamos de la vida de niños con cardiopatías congénitas. Me pregunto cuántos miles (o millones) de euros se dilapidan en viajes inútiles, hotelazos y comidas innecesarias. ¿Es necesario que se personen en el World Travel Market de Londres los siete presidentes de cabildos, dos docenas de alcaldes y cargos del Gobierno encabezados por el Presidente, algún que otro ministro y sus séquitos correspondientes? ¿Es que en Londres los touroperadores tratan directamente con los políticos? Y otra cosa: la imagen de Canarias es un futbolista de Arguineguín al que ahora idolatran, pero que, como tantos otros, tuvo que irse a la quinta puñeta para que reconocieran su valía. De asuntos como este saldría sin problema el millón que hace falta para no cerrar un servicio médico tan necesario. Pero es que se deja caer que el dinero no es la causa, que hay otras razones estretégicas (vaya palabrita polivalente); no entiendo entonces por qué, si, además, el Materno Infantil sería centro de referencia de un programa de la UE en toda África Occidental. Y me obligan a hacerme otra pregunta: Si la unidad no estuviese en Gran Canaria y su ubicación fuese… San Borondón, pongo por caso… ¿La cerrarían?