Cosas del diablo
Hace unos meses que se habla de las posesiones diabólicas más de lo normal, y he escuchado que hay una corriente en el Vaticano que critica duramente la poca atención que a este asunto le ha prestado La Iglesia en las últimas décadas, concretamente desde la llegada de Juan XXIII al papado. Después de su muerte, libros y películas sobre exoscismos y posesiones diabólicas nos han invadido, aunque ningunas con el impacto de Semilla del diablo (1968) y El exorcista (1973). Luego ha habido historias que rozan ese asunto, como las distintas series vampíricas, que en su mayor parte no se atienen a lo que se supone es el canon del asunto, y nacen así arquetipos de ficción difícilmente encajables en los moldes clásicos. La crítica desde dentro del Vaticano es que al no prestar atención al fenómeno diabólico este ha crecido sin freno, y hace buena la frase de Charles Baudelaire en su relato Le Joueur genereux (1864), donde dice que «El mejor truco del diablo es convencernos de que no existe», cita utilizada luego en la magnífica película Sospechosos habituales (1995). El caso es que por lo visto La Iglesia se rearma contra el diablo, como muestra una información en la que se asegura que la diócesis de Milán ha doblado la plantilla de exorcistas. Mira por dónde, una profesión con buena salida.