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Hora de dimitir; buena suerte, don Alfredo

Aparte de que me parece absolutamente incomprensible que el PP aumente su mayoría en Galicia y de la previsible barrida en dos frentes de los nacionalistas en Euskadi, hay dos evidencias después de las elecciones del 21 de octubre. Por un lado, queda claro que Rajoy coge un poco de aire (ya se lo quitarán las elecciones catalanas del mes que viene) y se apresta a cumplir con el gran capital atornillando aun más a los españoles más débiles, con la coartada de que ha ganado en Galicia (por eso digo que me resulta difícil de entender este aumento de apoyo al PP). zpo0Foto0173.JPGLa segunda evidencia es que el PSOE va a la deriva, sin capacidad de hacer de rompeolas frente al tsunami de la gran derecha, que cada día saca más pecho. No solo es que Rubalcaba esté quemado, es que su presencia en el anterior gobierno, donde tenía un gran peso, va a ser siempre un lastre, aparte de que sigue apareciendo como un retal del zapaterismo y aun del felipismo, pues no olvidemos que fue ministro en los años 90 con Felipe González. Esta deriva sin ancla del PSOE está haciendo un daño terrible a nuestro país, porque ante desafíos como la crisis, el soberanismo catalán y vasco y la afonía de la voz española en Europa, poco puede hacer, pues ahora mismo el PSOE no pinta nada en ninguna parte. Escribo esta nota a las nueve de la noche del 21 de octubre, y tengo la esperanza de que antes de que sean las doce en el reloj tendré sobre mi mesa de ciudadano la dimisión irrevocable de Rubalcaba y la convocatoria inmediata de un congreso socialista en el que tendrán que enseñar nuevas cartas y nuevas caras para que pueda ser una alternativa real; ya que no hace, no estorbe. Si no es así, esa defensa que la ciudadanía pide a gritos contra la voracidad del capitalismo será ocupada por otras fuerzas que en este momento ni siquiera suponemos, pero ya he dicho muchas veces que en política lo que no sucede en décadas ocurre en tres días. Esa es la lección que nos da la historia, y a veces con sorpresas muy desagradables. Así que, señor Rubalcaba, si quiere hacer un servicio a su imagen histórica (que no es mi problema), al PSOE (que tampoco es asunto que me quite el sueño) y a los ciudadanos (esto sí que me implica), firme ahora mismo su carta de dimisión, y no se conceda un nuevo plazo hasta las elecciones catalanas, que ya sabe cómo van a terminar. Y preséntese en cuerpo y alma, no mande a un propio como está haciendo en este mismo momento. No le queda otra; si no lo hace, me decepcionaria, porque dejaría que su innegable inteligencia fuese derrotada por la vanidad de seguir y acaso por el miedo. Deje paso ya, gracias por sus servicios y buena suerte, don Alfredo.

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Galicia y Euskadi

Sé, Galicia, que eres el destino final de Europa, el extremo (Finisterre) del camino que transita por la ilusión y la esperanza. Por suerte, eres más que Millán Astray, Cela, Franco, Fraga, Rajoy o Pepiño Blanco. Cuando pienso en Galicia veo a Rosalía, a Castelao, a Cunqueiro, a Milladoiro, a Valle-Inclán, a Concepción Arenal, a Carlos Núñez, al pintor Felipe Bello, a Luz Casal, a Manuel Rivas y casi a Amancio Prada, porque Ponferrada es casi Galicia. Yo creo en esa Galicia que viene de los bosques y siempre mira al mar, en la Galicia que desafía la Costa de la Muerte, en la Galicia hermana de Asturias, el Bierzo y Portugal. Yo creo en ti, Galicia, y por eso ahora espero que no caigas en las mentiras que te han contado en estas semanas. Eres inmensa en la memoria de muchos siglos, pero ahora hay que mirar hacia adelante, hay que salir de la larga noche de piedra del gran poeta Celso Emilio Ferreiro. Finisterre es el siglo XXI. Suerte, querida Galicia.
zfinisterre[1].JPGY tú, Euskadi, que llevas medio siglo sangrando esa rabia que nos nos dejaba dormir. Es la hora de hoy, que ya es mañana, y también eres mucho más que unos gudaris con pistola y unos caciques detrás de una sotana y un árbol que les sirve de parapeto. Eres el hierro duro del Nervión, el vino de la Rioja Alavesa, el sabor tus hornos, la placidez de las playas en Zarauz y la belleza total en Donostia. También es en esa Euskadi en la que creo, que viene de muy lejos, dicen que desde antes que nadie en Europa, y tantos milenios no pueden volatilizarse con demagogia barata. Hoy es un día en el que me acuerdo de Unamuno, de Chillida, de Pablo Zorozábal, de Bernardo Atxaga y de tantos otros, vascos de dentro y de fuera. Cruzo los dedos para que tu gente acierte. Suerte, querida Euskadi.

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En la muerte de Silvia Kristel

zz200px-Sylvia_Kristel_926-2274[1].jpgSeñora Kristel: lamento sinceramente su partida, porque es usted el paradigma de varios mitos que acaban destruyendo a celebridades del cine, especialmente a mujeres. En primer lugar, es usted un ejemplo más de la actriz que hizo muchas películas, pero que es y será recordada por una sola, Emmanuelle; es más, en su caso casi por dos escenas. Eso no es tan raro y le ha ocurrido a grandes estrellas: a Rita Hayworth con Gilda, con las escenas del guante y la bofetada, a Vivian Legth, que siempre se nos aparece como Scarlette O’Hara poniendo a Dios por testigo, a Claudia Cardinale entrando en el baile de El Gatopardo. Siempre hay una escena que marca a determinadas figuras porque se convierten en iconos del cine (Brando acariciando el gato en El Padrino, Bogart y Claude Rains perdiendose en la niebla del aeropuerto de Casablanca, Greta Garbo tumbada en el diván de La Dama de las Camelias, Marilyn volando sobre su falda sobre el respiradero del metro…) pero las hay, como usted, que aunque se las recuerda también por otros trabajos, son una sola película (Linda Blair en El exorcista, Sue Lyon en Lolita, María Schneider en El último tango en París). El mercado la encasilló, y reconozca que usted se prestó a ello, pues hizo luego muchas secuelas de Emmanuelle para el cine y la televisión. Nadie es perfecto, pero le digo que de alguna forma usted contribuyó a cambiar la manera de pensar de nuestra sociedad, como hiciera años antes Brigitte Bardot con Y Dios creó a la mujer. No fueron grandes películas, ni siquiera razonablemente buenas, pero ayudaron a abrir muchas mentes, cosa que algunas obras maestras no logran. Fue usted rehén de su propia historia, y también podría ser una muestra más del mito de la bella infeliz, aunque dicen que en sus últimos años consiguió algo parecido a la felicidad. Sepa usted que, al menos yo, entiendo que su trabajo no fue en vano. Vaya en paz, señora.