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Woody Allen como escapatoria

zzxlFoto0468.JPGComo la estulticia parece haberse apoderado de todos los que tienen algo de responsabilidad política en este país, me agota volver sobre lo mismo, porque para mí está claro: están locos. Todos. Por eso prefiero hablar de cine, aunque tampoco es de cine, pero viene al caso porque ayer vi Midnight in Paris , la penúltima de Woody Allen. De vez en cuando me apetece ver algo con cierta solidez en el salón de mi casa, y por eso me doy una vuelta por el videoclub, porque echarse en brazo de la televisión de este país a pelo es entregarse a la grosería y el mal gusto. No dudo de que haya talento, pero deben estar guardándolo para más adelante. Así que pinché el reproductor y me encontré con una película que en su impecable trayecto es previsible y hasta tópica, pero es que ya me conformo con que no me den patadas en la retina o en los tímpanos. Al final de la película te das cuenta de que en realidad no es tan previsible, y en ese recorrido va más allá de lo que parece. Y todo eso de forma divertida e imaginativa. Y me hizo pensar, porque siempre estamos comentando la época dorada de los años veinte en París, en Madrid, en Canarias, con personajes tan literarios como Hemigway, Valle-Inclán, Tomás Morales o Alonso Quesada. Y es que magnificamos el pasado, porque en su momento nadie pensaba que ochenta años después serían como estatuas en el tiempo. Los mitos literarios de nuestro tiempo están a nuestro alcance, los vemos por la calle, hablamos y tomamos café con ellos, pero solo el tiempo los convertirá en especiales. La realidad inmediata tiene poco glamour. Vean si no la foto que acompaña este post. Si solo vemos que es un muchacho fotografiado en 1903, no tiene más interés que la fecha, hace más de un siglo. Si por el contrario les digo que el chico de la foto es el poeta Tomás Morales con 19 años, la cosa cambia. De eso va la película de Allen, y ya puestos, la recomiendo.

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Prudencia, mudanza y San Ignacio de Loyola

Las personas prudentes son aquellas que van con pies de plomo, especialmente en situaciones difíciles. Eso no quiere decir que la prudencia sea incompatible con la firmeza, pero parece que en esta España nuestra del griterío ser prudente se equipara a darse por vencido, y por eso cada cual trata de tirar la piedra más lejos y extremar sus posiciones. La prudencia podría incluso desaparecer del diccionario de la RAE, zhhhDSCN4196.JPGporque es una cualidad en desuso, y si no se usa, podríamos ahorrarnos tinta y papel al imprimirla. España atraviesa unos momentos muy delicados desde cualquier ángulo que se mire. Por un lado hay una profunda crisis política que proviene del desgaste de las instituciones, que llevan treinta años sin renovarse, y vivimos en 2012 con estructuras pensadas para 1980. Luego está la crisis económica, que aunque tiene factores externos, también está relacionada con la anterior, porque los políticos no han movido ficha en positivo desde hace décadas. Estamos cansados de escuchar que hay que hacer esto, que hay que reformar lo otro pero todo sigue igual, con la corrupción política al fondo del paisaje, porque parece que lo único que importa es el poder, no su utilización para el interés general. El mundo abertzale vasco y el independentismo catalán lanzan su órdago, sin valorar que una secesión del Estado español pondría automáticamente a Cataluña y Euskadi fuera de la UE, y que para entrar tendrían que conseguir la unanimidad de los 27 estados miembros (¿En el Madrid-Barça traspasado a la política, España qué votaría?) Por su parte, Gallardón está poniendo patas arriba leyes que, aunque imperfectas, no creo que mejoren con tanto ruido. Por si faltara algo, tercia el Rey, que como siempre solo dice ambigüedades a destiempo pero que ya se encargan otros de explicarnos a su acomodo qué fue en realidad lo que quiso decir en su carta cibernética. La lista de imprudencias es larguísima. Ya que casualmente casi todos los que gritan de un lado y de otro son tan católicos (no olvidemos que católico significa «de acuerdo con todo») deberían recordar las palabras de San Ignacio de Loyola, que aconsejaba no hacer mudanza en tiempos de crisis. Pero, claro, son católicos solo para lo que les conviene.

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A don José Ignacio Wert, Ministro de Educación

No ha podido usted resistirse a la tentación de figurar en el palmarés de los responsables de Educación de la democracia que se han metido a hacer reformas, empeorando una y otra vez el sistema. Quiere unir su nombre a los de José María Maravall, Esperanza Aguirre y otros menos sonoros pero igual de destructivos, pues siempre dando un paso atrás no podemos olvidar que también fueron ministros de Educación el Jefe de la Oposición y el Presidente del Gobierno actuales. zedDSCN4232.JPGDe todos ellos, el único que hablaba con lógica y parecía encaminar en sentido correcto lo público ha sido Gabilondo, pero quien sabe si con algo más de tiempo habría sido otro más. Todos ellos han ido quitando ladrillos al edificio de la enseñanza pública y engordando la privada concertada, los de la derecha con argumentos muy peregrinos y los socialistas enarbolando la presión de poderes fácticos que controlan buena parte de la enseñanza privada. Entre todos la mataron y ella sola se murió, pero de la ya larga hilera de ministros y ministras de Educación que hemos sufrido usted se lleva la palma en descaro. ¿Nos toma por tontos? ¿quién va a tragarse que con tanta reválida trata de mejorar el nivel educativo, cuando es evidente que con ello cerrará el camino a miles de jóvenes? Va a conseguir el sueño dorado de los ultraconservadores, que solo estudien los de un determinado nivel económico, con la coartada de unas pocas becas para algún genio que surja de las clases populares, porque tendrá que ser Einstein o Madame Curie para pillar una beca que le permita hacer una carrera. Siete reformas llevamos en 25 años, y todas tienen la misma tendencia. Si lo que se propone es no andarse con paños calientes y finiquitar de una vez por todas la enseñanza pública, lo está haciendo muy bien. Nada va dejar para quien le suceda (¿el paso siguiente es suprimir el ministerio?), y no sé si es consciente de que tiene en sus manos el próximo medio siglo de España. Ya no caben discursos ambiguos, con esta enésima reforma está volando el puente de este país con el futuro. Por este camino, le aseguro que dentro de veinte años envidiaremos a Tanzania.