El futbolista asesino
(Ray Bradbury, otro que se va, ya podemos empezar a quemar libros)
Nicolás Melini es un palmero que vive en Madrid, miembro de esa diáspora producida por la centrifugadora cultural que es Canarias. Alguien dijo que todo escritor que se precie debe tener bajo sus pies un continente, eludiendo la metáfora vital y refiriéndose a la mera geografía; de esa manera nada tendrían que decir en la novela Carpentier, Lezama Lima, Lampedusa, Joyce, Dickens y cientos de novelistas insulares, incluso los de Manhattan, que al fin y al cabo es una isla. Por otra parte, otro alguien dijo que la verdadera literatura es insular, refiriéndose al origen de nuestra cultura, que en buena parte surgió en las islas del Mar Egeo. En ese sentido, la escritura de Melini es insular, porque indaga en el origen del hombre, tanto en sus poemas como en su narrativa. Cuando la llamada novela negra parece haberse asentado con éxito en los escaparates y hace fortuna en Canarias, hay que decir que Melini publicó El futbolista asesino hace una docena de años, con lo que de alguna forma fue uno de los que abrió camino. Ahora se reedita con ambición de mayor proyección editorial, y desde luego la merece, porque es una obra que va más allá del mero relato de las peripecias de un asesino en serie. Se trata de una novela que hurga en las enloquecidas motivaciones de un hombre para convertirse en monstruo, el camino entre Jeckyl y Hyde, el tormento de Raskolnikof en El crimen y el castigo, las delirantes justificaciones de un Hannibal Léckter que se mueve en su propia lógica depredadora y autodestructiva. Por ello traigo aquí esta novela, que va camino de convertirse en un clásico inminente de nuestra narrativa.