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La Luna, los poetas y el mito

En la conocida zamba argentina Sapo cancionero, se dice del animal que su locura de amor a La Luna es locura eterna de todo poeta. Es una forma fina de llamar sapos a los poetas, y un lugar común que conecta el concepto de poesía con lo lánguido, débil y romántico en el peor sentido de la palabra. Para empezar, La Luna nada tiene que ver con la poesía, o nada que no conecte lo poético con cualquier otra cosa. zzllllllllllu.JPGEs un satélite construido a partir de la agrupación de los restos de un impacto de un asteroide contra La Tierra y se aleja tres centímetros cada año, de manera que cuando pasen unos cuantos milenios estará tan lejos que ya no tendrá gravedad para fijar el eje terrestre, que es lo que hace ahora. Es decir, La Luna es un elemento fundamental para la vida en nuestro planeta, como lo es el Sol, y su mitología es recurrente en todas las culturas, además de las propiedades que se le adjudican que poco tienen que ver con lo real y mucho con el mito. Por eso, cuando se ha anunciado que en estos días nuestro satélite se ve un 11% más grande y luminoso de lo normal, se trata de un hecho que se repite con más asiduidad de la que hablan algunas informaciones, que siempre nos suelen decir que es un hecho único y que probablemente solo veremos una vez en la vida. En otros casos, como el paso de ciertos cometas, eso es verdad, pero no así con este fenómeno lunar. De manera que no hay miedo a que La Luna se nos caiga encima, porque su inercia dicta todo lo contrario, que cada vez está más lejos. Así que podemos seguir haciendo estúpida poesía «lunar» durante muchas generaciones, porque hoy los peligros apocalípticos vienen de muchos sitios, pero no precisamente de La Luna.

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La representatividad divina

Ha vuelto a suceder, y en plena calle, hay a quien no le gusta que critique las posiciones de la jerarquía católica. Solían afearme hace unos años que yo tenía en mis novelas y en mis artículos una fijación contra La Iglesia. Un día, de tanto oír la cantinela, hice un recuento y resulta que no es verdad, yo hablo de muchas cosas, cuento historia dispares. Por lo visto es que esos escasos artículos les chirrían tanto que los recuerdan durante mucho tiempo y se les multiplican en la memoria. zzzDSCN4056.JPGY en las novelas no recuerdo haber puesto nunca en solfa a La Iglesia, pues aunque hay algún cura por ahí siempre sale bien parado. Debe ser que me pasa como a John Ford, que dirigió 120 películas, de las cuales ¡solo 17! eran westerns, pero lo relacionan inmediatamente con el género y se olvidan de Mogambo, El hombre tranquilo, Las uvas de la ira… Lo que critico por su incidencia social es el comportamiento de la jerarquía católica, que sigue agazapada detrás de unos privilegios medievales en un estado supuestamente laico. Y si España, en las actuales circunstancias, es un estado laico, que baje Dios y lo vea, y no es un chiste malo, porque no sé si Dios existe y entiendo que tal vez pudiera existir; si eso es así, Dios nada tendría que ver con la jerarquía católica que se arroga su representatividad. ¿Dios representado en La Tierra por una jerarquía intolerante, que ha estado al lado de los tiranos, que ha sido cómplice de genocidios históricos, que ha callado cuando debió hablar, que en México ataca al comunismo y unos días después en Cuba ataca al capitalismo? Imposible, estoy convencido de que, de existir un ente tan poderoso, no delegaría en semejantes embajadores.

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Cine y novela

Los cinéfilos siguen empeñados en que el cine influye claramente en los novelistas. No estoy de acuerdo, a mí no me pasa, por mucho que lo diga la parte contratante de la primera parte. Y para que lo entiendas, Milana, bonita, no me influyen los diálogos de Bogart, Brando, Warhol o Vivien Leigh. Cierto es que todo el mundo tiene derecho a sus quince minutos de gloria, pero a Dios pongo por testigo que hasta a esos yo les haré una oferta que no podrán rechazar. zz54029-656].jpg Porque a los enemigos de mis amigos yo los convierto en mis enemigos. A mí el cine no me influye, porque a cada personaje que invento le digo «yo soy tu padre», y aunque piensen que estoy loco, no es cierto, soy mentalmente divergente. Una vez me dijeron que escribir es como amar, y amar significa no tener que decir nunca «lo siento», y hay tres maneras de hacer las cosas: la correcta, la incorrecta y la mía. Estoy convencido de que si no hubiera sido rico, sería un buen hombre, pero cuando escucho a Wagner me entrar ganas de invadir Polonia. ¡Ahí está el detalle! Cuando escribo soy el rey del mundo, y no tolero que nadie me diga «escríbela otra vez, escribe otra vez esa novela». Como ven, soy autónomo, el cine por su lado y yo por el mío, aunque algunos se empeñen en que este sea el principio de una gran amistad. Así que, a los novelistas, siempre nos quedará París como a los rusos el don de tocar la balalaika. Puede que algo que haya dicho suene raro, soy un hombre, nadie es perfecto. Y como es casi de madrugada, buenas noches, buena suerte.