Publicado el

¿Quién es el Joker?

Siempre pensé que los malos de los cómics eran una fantasía imposible de tipos con la mente podrida que querían todo el poder, y siempre aparecían en lugares extraños, sórdidos, maquinando la manera de hacerse con el control de Gotham, Metrópolis o el planeta entero. El Joker, Lex Luthor y los malos de Dick Tracy daban a veces más risa que miedo, porque sus propósitos de ficción no parecían trasladables al mundo real, lo mismo que los de otros malos-malísimos de novela y película como Goldfinger y el Doctor No, de la saga del Agente 007.
zJoker-the-j.JPGViendo lo que está sucediendo en Europa, estos personajes empiezan a parecerme reales, porque sorprende ver que desde Alemania, con Francia como compinche, se estrangula cualquier posibilidad de reacción ante la crisis en la UE. Grecia supone el 2% de la economía europea, y realizar en aquel país una especie de Plan Marshall es calderilla para Bruselas. No lo hacen, y Alemania ya no tiene números positivos porque su gran potencia económica se basa en que su pujante industria produce mucho más de lo que consume, y entran divisas por la exportación. Pero, claro, si se paraliza la actividad en los países compradores, los alemanes tendrán que comerse sus excedentes de coches, lavadoras, televisores y demás productos industriales. Es un suicidio, y por eso extraña más el equistamiento fanático de Angela Merkel en unas políticas que son una soga al cuello que acabará ahorcando a la UE y con ella a la propia Alemania. Siempre me he burlado de los que creen en conspiraciones laberínticas, pero es que cada día me convenzo más de que lo que se hace no es por torpeza, sino que debe haber una consigna que viene de los Jokers de turno o de no sé donde. Es que si no es así no se entiende, porque no me creo que de repente todos los dirigentes políticos y económicos se haya vuelto tontos, que no se dan cuenta de lo que salta a la vista para cualquier ciudadano que sepa la cuatro reglas básicas de la aritmética. Es tan evidente que no hace falta ser Paul Krugman para entenderlo.

Publicado el

Stefan Zweig setenta años después


Fue un día muy triste aquel 22 de febrero de 1942, cuando el escritor vienés Stefan Zweig decidió quitarse la vida junto a su esposa en un hotel de Petrópolis, una pequeña localidad cercana a Río de Janeiro. Zweig era judío pero nunca ejerció de tal porque sus padres también lo fueron por accidente. Pero eso nada le valía con Hitler y los suyos, de manera que, en 1936, se marchó del país donde nació y vivió siempre, y que ya pertenecía al III Reich tras la anexión de Austria. Después de recorrer medio mundo se instaló en Brasil, país que llegó a amar profundamente y al que auguró un gran futuro en uno de los últimos libros que escribió. Cuando vio que Hitler era dueño de Europa (ya había invadido Rusia), Zweig creyó que el nazismo se implantaría en todo el mundo, y viéndose con 66 años muy cansado para empezar de nuevo, decidió suicidarse como un atormentado personaje de Dostoievski, el escritor que más admiraba.
zStefanZweig[1].jpgSu nombre quedó eclipsado durante décadas, a pesar de que alguna de sus obras fueron llevadas al cine. Por suerte, en los últimos años se ha recuperado para el gran público a un autor que cultivó el teatro y el ensayo a gran nivel y fue un novelista extraordinario (Carta de una desconocida, Veinticuatro horas de la vida de una mujer, Novela de ajedrez…) , pero sin duda su faceta más conocida es la de biógrafo, pues retrata a personajes cruciales de la historia con un gran precisión y compone sus vidas como si de una novela se tratase. Freud, Casnova, Tolstoi, Erasmo, Magallanes, Balzac, Dostoievski y muchos más personajes se hicieron reales al pasar por su privilegiada pluma, pero de entre todos ellos destacan sus trabajos deslumbrantes sobre María Estuardo, Fouché y María Antonieta. Algunos especialistas lo consideran el mejor biógrafo conocido, pues a su rigurosa pluma une un trabajo de documentación asombroso, que se desliza por sus libros sin agobiar al lector. Para mí es el supremo maestro del género, y con un poco de sorna suelo decir que Napoleón en realidad no fue tan importante puesto que Stefan Zweig nunca escribió su biografía. Ahora, setenta años después, su obra empieza a colocarse en el lugar en el que siempre debió estar.

Publicado el

Fiestas populares

zzCAAX5TG9.jpgEste año, los carnavales han sido más cortos que otras veces. Lógico, había que concentrar y aquilatar; pero resulta que nunca llueve a gusto de todos, y he escuchado muchos comentarios sobre el asunto, quejándose de que se ha desvirtuado una fiesta que hasta el año anterior tenía otra estructura. La verdad que quienes se agarran a la tradición para reivindicar los carnavales de Las Palmas de Gran Canaria están perdidos. Desde el comienzo de su reinstauración, se dieron muchos palos de ciego, y poco a poco se creó una dinámica que, francamente, nada tenía que ver con los clásicos carnavales grancanarios; era otra cosa, que gustaba, pero que se iba inventando año tras año por el sistema ensayo-error de la mano de Manolo García. zzxxCAAX5TG9.jpgLa Verbena de la Sábana asociada al pregón inicial se fue quedando atrás, lo mismo que aquellas noches dedicadas a las estrellas de cine, cuando tuvimos las impagables imágenes del entonces alcalde Juan Rodríguez Doreste bailando claqué o disfrazado de Greta Garbo. Últimamente se ha incorporado lo de los Indianos, pero está claro que lo que marca un antes y un después en el Carnaval de esta ciudad es la Gala Drag, que ha tomado carta de naturaleza y es el distintivo exterior de esta fiesta. Y en realidad la tradición marca que haya un Domingo y un Martes de Carnaval, y el Miércoles de Ceniza, que era el día que se celebraba el entierro de la sardina. Luego estaba el Domingo de Piñata (o de Carnaval Chico) que era el domingo siguiente, y que antaño se celebraba con la batalla de flores de la calle de Triana. Se comía tortillas con miel de caña y arroz con leche rociado de canela molida. Y se acabó; total, ocho días y no todos. Así que no creo que el Carnaval haya sido corto, ni que haya roto ninguna tradición. Ya estaba todas rotas.