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¿Canarios con nombre en inglés?

-Olga, Chica, tú por aquí, no esperaba encontrarte en una librería.
-Me ofendes, Roberto, deberías saber que soy una gran lectora.
-Ya, ya veo, llevas un cargamento.
-Pues, me llevo la edición de bolsillo de los tres libros de Larson, el sueco ese que se murió, la última de Ken Follet y otra de las catedrales que me recomendaron, la nueva del Capitán Alatriste y el Premio Planeta.
-¿No te llevas la novela finalista?
-No, me llevo la ganadora, que por algo le dieron el premio.
zlibros cana.JPG-Ya, visto así tiene lógica, con lo cual nunca comprarás un libro de Kafka. No ha ganado el Planeta.
-Yo voy sobre lo seguro, si venden mucho es que son buenos… Y dime, que són esos dos libros que has comprado.
-¡Ah, sí! El último de José Luis Correa, Murmullo de hojarasca, y también el último de Víctor Álamo de la Rosa, Mareas y marmullos.
-Muchos murmullos veo yo, Roberto, no he oído hablar nunca de esos escritores. ¡Claro, claro! Ya me has dicho que son canarios.
-Sí, como Alexis Ravelo, Santiago Gil, Cristo Hernández…
-Pero, ¿a dónde van con esos nombres?
-Es que se llaman así, como Faulkner se llamaba William y Dostoievski se llamaba Fiodor.
-Pero, hombre, Roberto, un autor que se apellida Correa, Álamo, Ravelo, Gil, Hernández…
-Ya ves, también hay por ahí Ramírez, González, López, Domíguez. A lo mejor los autores y autoras de aquí tendría que cambiarse el nombre, y José Luis Correa sería J.L. Belt, Víctor Álamo de la Rosa V. A. Rose y Santiago Gil sería Jacques Gil. No olvides que un tal Rafael Romero, escritor canario, se cambió el nombre por Alonso Quesada, y publicó varios libros con títulos en inglés.
-Es que… ¿Sabes? yo…
-Vamos a hacer una cosa, Olga: yo te regalo estos dos libros, Murmullo de hojarasca y Mareas y marmullos, tú los lees y te garantizo que la buena literatura nada tiene que ver con el apellido del autor ni su procedencia. Buenos y malos hay en todas partes.
-¿Y estos?
-Esos son buenos, si no no te los recomendaría. Y, lo siento, son de aquí.

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Campaña electoral

-Oye papá, ¿Qué es eso de la campaña electoral?
-Hijo, es para elegir y para decidir.
-¿Para elegir a quién? ¿Para decidir qué? ¿Se presentan las grandes jefes? ¿Y los de los bancos? ¿Por qué dicen que harán cosas y luego…?
-Hacen lo que mandan las circunstancia…
-O Angela Merkel, papá, eso dice el hermano grande de mi amigo Paco. ¿Van a elegir a esa Angela Merkel?
-No, Marito, esto es España, somos un pueblo soberano.
-¡Ah, claro! Debe ser eso que llaman democracia, la gente vota por sus candidatos, se hace el recuento y los que ganan harán durante cuatro años lo que mejor les parezca o les convenga. No sé muy bien, pero mi amigo Paco me dijo el otro día que hace falta más democracia, que hay poquita, o mucha pero no de buena calidad.
-Calla hijo y termínate el puré… Ahí llega tu madre.
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-Hola, Mario ¿Cómo te ha ido con Marito?
-Yo creo que tiene fiebre, se comporta como el niño del anuncio de sopa, habla de unos tipos que se dan codazos para escalar los peldaños del poder, de la inutilidad del Senado… Te digo yo que este niño no está bien.
-Pues hay que llamar al pediatra…

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¿Adivinos? No, realistas

Hay momentos históricos a los que muchos se apuntan, como la presencia de casi todo el mundo en París en Mayo del 68 (si hubiera estado toda la gente que dice que estuvo, París tendría que tener cuatro veces su espacio real), o los que dicen que anunciaron la caída del Muro de Berlín y el final de la URSS. Esto último era previsible, lo que no se sabía era si tardaría un año o tres siglos, porque todos los imperios suben y bajan, ha ocurrido siempre, y me hace gracia cuando se dice que la causa de la caída del Imperio Romano fue la descomposición interna del poder, con tipos lunáticos en la cima como Calígula o Nerón. Parecen olvidar que, después de estos -que vivieron en el siglo I-, el imperio duró otros cuatro siglos, hasta que Alarico entró en Roma y depuso al útimo emperador romano. Es decir, se sabía que Roma iba a caer, y sabemos que caerá Estados Unidos, y China y todos, y surgirán otros, pues ha pasado con Egipto, Mongolia, Turquía, Inglaterra, Francia, Alemania y, por supuesto, la URSS. La clave es saber cuándo ocurrirá, porque si no no hay videncia, como en la muerte, pues podemos anunciar a cualquiera que sus días acabarán, y con los imperios pasa lo mismo.
zztttn.JPGLo que no es del todo cierto es nadie previó la actual crisis económica. Desde hace treinta o más años, la gente del pueblo, la que suma dos más dos, decía que el cemento no podía crecer infinitamente y que un día todo caería y no nos podríamos comer los ladrillos. Cuando en diez años el valor de mercado de un piso se triplicó, los más viejos advertían que aquello estaba inflado, denunciaban lo que ahora los expertos llaman burbuja inmobiliaria. Y es que la gente sabe mucho de economía real, que es la que finalmente funciona, y lo que ha habido estos años ha sido ilusionismo. Ya no quedan conejos en la chistera, y eso la gente sabía que ocurriría en algún momento. Por lo tanto, no eran adivinos, simplemente pensaban con lógica.