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No era el Sol, era el diablo

Yo, que me temía el cabreo del Sol, veo que la cosa iba también de fuego, pero era el diablo. El Perro Maldito de Valsequillo es un fiesta que se ha convertido en tradición y este año, precisamente cuando cumplía el 25 aniversario, ha terminado mal, ha habido un accidente del que espero y deseo se reuperen muy pronto las personas afectadas. Ya dice el refrán que el que juega con fuego se quema, y no es ningura rareza que en una fiesta en la que hay fuego a veces se pierda el control del espectáculo. Ocurre también en Las Fallas de Valencia y en cualquier evento que entraña cierto peligro, y está claro que, por acción u omisión, aquí se ha petido la pata. No se trata de demonizar (nunca mejor dicho) una fiesta popular, pero es evidente que la seguridad no estaba garantizada. Las fiestas populares canarias suelen ser, en general, de lo más inofensivas en su esencia (otra cosa es que la gente se pase, pero eso ya no es la fiesta). Aquí bailamos con ramas, nos tiramos agua o gofio o tratamos de coger una lisa en un Charco. Pero, claro, en algunas celebraciones, como la del Perro Maldito, hay fuego, como lo hay en las exhibiciones pirotécnicas de San Lorenzo o en la Noche de San Juan. Jugamos con los cuatro elementos del arjé: tierra (caminito de Teror, romerías), aire (velas latinas, cometas), agua (Lomo Magullo, Agaete, La Aldea) y fuego. Nada tienen que ver nuestras fiestas populares con las animaladas que hacen en La Peníncula, donde lanzan cabras desde el campanario, matan un toro a puyazos o el toro ensarta a un parroquiano que se la juega en un encierro o en alguna de las modalidades levantinas con toros asesinos. Así que no saquemos las cosas de quicio, Valsequillo merece que la fiesta siga, pero también es de rigor que las medidas de seguridad sean las máximas.

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¿Qué pasa con los jueves?

Siempre me hizo gracia esa pregunta que solían hacer en las entrevistas supuestamente profundas (Julia Otero, Jesús Quintero, Pedro Ruiz, Juan Ramón Lucas…) sobre qué día de la semana es el preferido o el aborrecido por el entrevistado. El día que menos me ha gustado siempre es el domingo por la tarde, porque, al ser profesor, siempre me entra una opresión en el estómago porque mañana hay que volver al colegio; hay estudios que dicen que ese es un síndrome muy frecuente entre el profesorado, y se justifica porque el profesor es el único profesional que empieza a ir al colegio de muy niño y no deja de hacerlo nunca hasta su jubilación. Se repite ese reflejo condicionado que se adquirió en la infancia.
2012_tormenta solar[1].jpgAparte del sábado, que debe su nombre a la religión judía, y el domingo, a la cristiana, los otros cinco días reciben nombre de astros: Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus, con sus respectivas deidades romanas, por lo que el martes es un día guerrero, el miércoles el de las buenas noticias y el viernes el del amor y la sensualidad. No recuerdo personalmente martes violentos ni viernes en que ligara más que otros días (cero por cero, cero), aunque sí es posible que algún miércoles me diesen alguna buena nueva. El jueves es el día de Júpiter, el más poderoso de los dioses romanos, pero últimamente parece que se relaciona con los peligros del espacio sideral. El jueves pasado se nos podía caer encima un satélite artificial y para hoy nos anuncian unas llamaradas solares que pueden bloquear el magnetismo de nuestra atmósfera (satélites de comunicaciones, por ejemplo) y supongo que los dermatólogos recomendarán exponerse lo menos posible al Sol y llevar gafas oscuras.
¿Qué va a ser lo del jueves que viene? ¿Un meteorito? ¿La atracción de un agujero negro? ¿Un guardia municipal plantándole una multa por mal aparcamiento a Matías Prats o Pedro Piqueras en mitad de un telediario? ¿Emilio Aragón diciendo palabrotas? Si es que los jueves hasta ahora eran unos días tranquilos, pero ahora también hay fútbol. Debe ser que Júpiter se ha cabreado con nosotros.

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El Sahara y Palestina

Malditos hipócritas, dirigentes del llamado Primer Mundo, que se apresuran a bombardear Bagdad y Trípoli y miran para otro lado cuando el genocidio tiene lugar en Palestina y el Sahara Occidental. La misión de la ONU en el Sahara (MINURSO), las buenas palabras de Obama en El Cairo, los ronroneos en la Asamblea General de la ONU, todo suena a cuento chino, como lo fueron en su día los acuerdos de Camp David o el Plan Baker. Dos pueblos llevados al límite, que cuando se defienden los llaman terroristas, o como mínimo agitadores. Claro que son agitadores, llevan décadas soportando el abuso, la miseria y el abandono, mientras Occidente se llena de grandes palabras y deja que sigan muriendo.
desierto-sahara[1].jpgPalestinos y saharauis son dos pueblos oprimidos, pero no humillados porque siguen teniendo el valor de luchar por su identidad, por su territorio y por su existencia. Estos conflictos no se resuelven porque hay cuatro que no quieren, debe convenirles, y los demás se muestran tibios y caminando sobre el alambre porque tienen miedo de lo que digan y hagan Washington, París y Tel-Aviv. No me extraña que Kissinger, Obama y Jimmy Carter sean Premio Nobel de la Paz. Una vergüenza para quienes dicen defender los Derechos Humanos.