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O viejo o muerto

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Es cierto que ya no sabemos lo que comemos, pero cada día la esperanza de vida es mayor, seguramente porque los humanos también sabemos adaptarnos al medio para sobrevivir. Eso quiere decir que cada vez hay más ancianos, viejos o personas mayores; sea cual sea el eufemismo que usemos, lo cierto es que todos estamos abocados a acabar fuera de circulación, en una nueva sociedad en la que el esquema familiar no es menos afectivo sino diferente, porque la estructura convivencial es otra. Eso quiere decir que tenemos que planificar el futuro en función de esta nueva perspectiva, porque los ancianos que no pueden valerse por sí mismos, o simplemente que están solos, necesitan el apoyo social. En una sociedad de hijos únicos, o como mucho dos hermanos, dedicarse al cuidado de los mayores es romper la vida de los hijos, vestir a un santo para desvestir a otro. El ultraliberalismo que está atacando por los cimientos el Estado de Bienestar es el mayor problema con que nos enfrentamos en Occidente. De él proviene todo: las hipotecas basura, la globalización, la crisis… Los grandes poderes financieros no quieren, y los políticos les hacen el juego. Entonces lo que tendremos que hacer es presionar para que haya otra forma de hacer política social. Hay que buscar soluciones, y no olvidemos que la vejez llegará para casi todos. Alguna vez todos seremos viejos, y si no, la aternativa es peor.

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El mundo al revés

zzzzzzzDSCN3668.JPGDe repente, todo lo que hasta hace unos pocos años parecía ciencia-ficción se vuelve real. Después de la recuperación y de los llamados fabulosos años sesenta, Occidente se había diseñado de una manera que se mostraba inalterable, y cada una de sus naciones funcionaba de una manera determinada y solo de esa. Lo que quedaba fuera estaba controlado, fuese con las guerras coloniales en Africa o con otras técnicas en Asia y América Latina. A nadie se le ocurría que Bélgica, Dinamarca o, menos aún, Estados Unidos, tuviese problemas económicos o sociales. Se habían borrado de la memoria colectiva los tiempos difíciles, y la depresión del 29 solo era un tema que salía en las películas y que dio lugar al crecimiento de las mafias en Estados Unidos. Ahora estamos que no nos lo acabamos de creer, porque la maquinaria del capitalismo que se sostenía en el consumo empieza chirriar. Y la consecuencia primera es la desconfianza del otro. Así nacieron en los años treinta del siglo pasado aquellas doctrinas que dieron lugar a regímenes terribles. Y vuelven los cruzados del Tea Pary (nunca se habían ido, estaban agazapados) y se da la paradoja de que China, un país supuestamente comunista, reprende a Occidente porque dice que gasta mucho dinero en políticas sociales. Es el mundo al revés, porque ocurren cosas tan impensables como que no haya fútbol los fines de semana por huelga de futbolistas.

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Nada contra los católicos

zzFoto0093.JPGRespeto muchísimo a los creyentes católicos, no en vano esa ha sido la fe de mis mayores, lo mismo que respeto otras creencias (y no creencias) religiosas. La relación del ser humano con la transcendencia es algo tan íntimo que no puede ser proclamado en un púlpito. Lo que no respeto, porque no es respetable, es el comportamiento de la jerarquía católica, que sigue agazapada detrás de unos privilegios medievales en un estado supuestamente laico. Y si España, en las actuales circunstancias, es un estado laico, que baje Dios y lo vea (y no es un chiste malo). ¿Dios representado en La Tierra por quienes han estado al lado de los tiranos, que han sido cómplice de genocidios históricos, que han callado cuando debieron hablar?
Mucha razón tenía Jesucristo cuando decía que los ricos serían bienaventurados porque heredarán La Tierra. Claro, La Iglesia es rica, y tiene poder, bienaventurada. Y hasta hubo un obispo de Canarias que se permitió llamar la atención en público a los legítimos representantes del pueblo, y los amenazó con no invitarlos al Pino. ¿Es que El Pino es de La Iglesia? Las Fiestas del Pino son, además de un acto religioso, una tradición popular, parte de nuestra cultura y de nuestra historia. El fundamentalismo crece en la misma medida que la hipocresía en la jerarquía eclesiástica, y ya es hora de que se acabe tanto privilegio y tanta chorrada, que estamos en el siglo XXI y ya pasaron los tiempos en que un obispo nos impedía bailar o bañarnos en la playa. Como me parece legítimo que se celebren todas las jornadas que deseen, nadie puede prohibirnos ir de romería a Teror, a comer carajacas y a tomar vino (pero sin ponerse al volante, eh). Bonito fuera…
De todas formas, sea Bienvenido Benedicto XVI.